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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estados Unidos y México en el laboratorio cubano

La isla parece convertirse en lugar de experimentación social y económica de varios gobiernos del mundo

Clientes compran productos en una bodega estatal, en La Habana.
Clientes compran productos en una bodega estatal, en La Habana.STRINGER (Reuters)
Rafael Rojas

En fechas recientes, sobre todo después del estallido social del verano de 2021, que derivó en largas condenas de prisión para más de mil personas, Cuba parece convertirse en lugar de experimentación social y económica de varios gobiernos del mundo. Ya hemos escrito aquí sobre el programa ruso de reforma estructural en la isla, que elabora el Centro Stolypin, think tank del capitalismo oligárquico impulsado por Vladímir Putin desde el Kremlin.

A ese proyecto habría que agregar el de las llamadas “mipymes” o pequeños negocios privados y familiares, que promueve la actual Administración de Joe Biden. El Gobierno de Estados Unidos y el Partido Demócrata, que actualmente lo conduce, son, en la prensa oficial cubana, rostros habituales del demonio imperialista. Pero probablemente no haya otro Gobierno en el mundo, con su embajada en La Habana, que defienda más abiertamente las “mipymes” como fórmula para desarrollar el sector no estatal de la economía y la sociedad civil en la isla.

El pasado 27 de junio, que la ONU reconoce como Día de las micro, pequeñas y medianas empresas, la embajada estadounidense, en el malecón habanero, publicó un mensaje en su cuenta de Twitter que decía: “Estados Unidos está comprometido en respaldar a los emprendedores privados cubanos. Las personas que sacan adelante sus proyectos económicos con independencia y creatividad ayudan a forjar la economía de la isla”.

En ese apoyo, el Departamento de Estado que encabeza Antony Blinken continúa la política hacia la isla que trazó su antecesor, John Kerry, durante el segundo mandato de Barack Obama. Fue entonces que se restablecieron las relaciones diplomáticas entre los dos países y el presidente viajó a la isla, donde asistió a una reunión con emprendedores cubanos. En aquella reunión, Obama sostuvo explícitamente que su política de flexibilización de viajes y remesas estaba dirigida a potenciar un sector de medio millón de personas con negocios independientes del Estado, en condiciones de multiplicarse.

Aquel discurso de Obama, en 2016, en La Habana, fue hostilizado paralelamente por líderes del exilio, miembros del Partido Republicano e ideólogos del inmovilismo oficial en la isla. Hoy se repite esa curiosa convergencia, con la peculiaridad de que el dogmatismo ideológico de la isla rechaza el apoyo de Estados Unidos a las “mipymes” con la misma vehemencia que defiende la reforma del Centro Stolypin de Vladimir Putin, que también incluye una oferta de abastecimiento de insumos para la pequeña y mediana empresa cubana.

Aún así, no faltan apoyos al despegue de las “mipymes” dentro de la ciudadanía de la isla, la comunidad exiliada y segmentos reformistas de la clase política cubana. Para esos apoyos, interesados en una reproducción de oportunidades económicas, en medio del callejón sin salida impuesto por una burocracia acomodada y sin imaginación, no existe una real distinción entre el capitalismo “bueno” de Rusia o China y el capitalismo “malo” de Estados Unidos y España.

México, vecino geográfico e histórico de Cuba, no se ha posicionado firmemente en el laboratorio de la isla. Luego de algún protagonismo en el comercio y las inversiones en los años noventa, el papel de México ha sido limitado en la búsqueda de una salida al atolladero económico de los cubanos. El actual Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que retóricamente machaca su amistad con Cuba, ha ofrecido contratos limitados a médicos de la isla y donaciones simbólicas de combustible, si se recuerdan los 100.000 barriles diarios de la Venezuela de Hugo Chávez.

En las últimas semanas se ha sabido que el Gobierno de López Obrador, que entra en su fase final con la adelantada carrera por la sucesión presidencial, está impulsando el programa Sembrando Vida en dos provincias en las afueras de La Habana: Artemisa y Mayabeque. El proyecto consiste en la asesoría de una treintena de técnicos mexicanos y el abastecimiento de “plantas, semillas, agroquímicos, herramientas y maquinaria”, para relanzar el desarrollo agrícola en esas regiones cubanas.

Sembrando Vida es un programa social del Gobierno mexicano, que promueve la autosuficiencia alimentaria y la preservación de recursos agroforestales en zonas rurales desfavorecidas. En mayo de 2022, durante la gira centroamericana y caribeña del presidente, el Gobierno de López Obrador anunció que el programa se extendería a países de Centroamérica, como Guatemala, Honduras y El Salvador, con el fin de contener la emigración.

En principio, Cuba, lo mismo que Belice y Haití, estaba contemplada en la exportación del programa social mexicano. Sin embargo, en el largo discurso del presidente López Obrador en La Habana, el énfasis no estuvo en Sembrando Vida sino en los lazos históricos entre la isla y Tabasco y en la necesidad de que en Cuba “la Revolución renazca en la Revolución” y otras extrañas fórmulas discursivas.

Antes que en Centroamérica o en Cuba, el programa Sembrando Vida se ha aplicado en Chiapas y ha sido denunciado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (FRAYBA) como un mecanismo que, a través de un sistema de oficialización de la propiedad territorial, limita la autonomía de las comunidades y favorece la transferencia de recursos a grupos políticos y militares, adversos a los pueblos originarios y los militantes zapatistas.

El laboratorio cubano llega al punto de alterar hábitos muy arraigados en la política exterior habanera. Por un lado, hace que la promoción de la propiedad privada desde Estados Unidos sea bien recibida. Por el otro, convierte a Cuba, de exportador en importador de programas sociales. Programas que en Chiapas son denunciados como instrumentos de dominación de comunidades indígenas. Lo que antes fue modelo, paradigma, “faro del socialismo”, es hoy tierra de experimentación capitalista.

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