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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tipos altos por más tiempo

Los bancos centrales han insistido en Sintra en su política de mano dura contra la inflación pese a la debilidad económica

Christine Lagarde Política Monetaria UE
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
El País

El encuentro en el que cada año el Banco Central Europeo (BCE) reúne a los principales bancos centrales del mundo en Sintra ha dejado esta semana un mensaje nítido: los tipos de interés van a seguir subiendo y se van a mantener elevados durante mucho más tiempo del previsto. Una decisión con importantes consecuencias tanto políticas como para la economía, que en el caso de la eurozona ya se encuentra en recesión técnica tras dos trimestres con el PIB en números rojos.

Aunque la inflación lleva meses lejos de los máximos que se alcanzaron en 2022, la brecha en el seno de la eurozona se hace cada día más patente. Este jueves hemos conocido que mientras la inflación repuntó en Alemania en junio hasta el 6,8%, en España el dato del IPC cayó hasta el 1,9% (el 1,6% en términos armonizados), por debajo del objetivo del 2% del BCE, la primera gran economía europea en conseguirlo.

Pese a esa disparidad, la entidad que preside Christine Lagarde ha expresado su preocupación por el impacto futuro que las subidas de salarios pueden tener sobre la senda de precios, por más que la propia entidad reconozca que los márgenes en los beneficios son los que explican dos tercios de la inflación doméstica en 2022. Los expertos ven en esa alusión una señal de que el BCE está dispuesto a tolerar una relativa debilidad de la economía antes de considerar que el ciclo de subidas ha llegado a su fin. Los bancos centrales coinciden en poner ahora el acento en la inflación subyacente, la que excluye los precios de la energía y los alimentos, que se resiste a bajar de forma significativa. En este escenario, una nueva subida de los tipos de interés en la reunión del BCE en julio puede darse ya por descontada, lo que situará el precio del dinero en su nivel más elevado en 22 años.

Las críticas a la autoridad monetaria han llegado de todas partes: la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha señalado el daño que el encarecimiento del dinero puede provocar a la economía, mientras que el portugués António Costa arremetía contra el BCE “por no entender la verdadera naturaleza del ciclo inflacionista” y errar, por tanto, en la receta para hacerle frente. Llegarán más voces críticas dado que las subidas de tipos enfrían el crecimiento, al encarecer los préstamos, y los datos de la industria muestran la debilidad de la actividad. El euríbor a 12 meses —la principal referencia para las hipotecas— ha superado en junio la barrera psicológica del 4%, lo que aumentará la cuota mensual de las hipotecas en más de 200 euros, lo que pondrá a las familias en renovados apuros para llegar a fin de mes. No faltan argumentos para la queja si tenemos en cuenta, además, que la política monetaria tarda entre seis y 12 meses en trasladarse a la economía real, y que apenas se han empezado a notar en los últimos meses los efectos del incremento de 400 puntos básicos acordado en el último año por la autoridad monetaria europea.

Cierto es que el Banco de Pagos Internacionales (BIS), también conocido como el banco central de los bancos centrales, ha alertado de que la inflación se muestra más persistente de lo previsto y que es posible que por ello los tipos deban permanecer altos durante más tiempo. Una coyuntura no exenta de peligro para unos gobiernos que soportan elevados niveles de deuda pública, tras los programas de estímulos aprobados para hacer frente a la covid y las consecuencias de la guerra en Ucrania. Según el propio BIS, “la última milla siempre es la más difícil de recorrer”, también en política monetaria. Esperemos que esa última milla no tenga consecuencias más trágicas.


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