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ELECCIONES EN GUATEMALA 2023
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elecciones en Guatemala: la voluntad irrenunciable del pueblo de ir contra la corrupción

Para el balotaje del próximo 20 de agosto el “Pacto de Corruptos” se reagrupará en torno a Sandra Torres y lanzará su feroz ataque contra Bernardo Arévalo

El candidato del Movimiento Semilla, Bernardo Arévalo, celebra el resultado de la primera vuelta
El candidato del Movimiento Semilla, Bernardo Arévalo, celebra el resultado de la primera vuelta este lunes.LUIS ACOSTA (AFP)

Los resultados electorales del pasado domingo en Guatemala sorprendieron a propios y extraños. Nadie previó un escenario de balotaje de Sandra Torres -que ahora ha llegado a su tercero consecutivo- con el socialdemócrata Bernardo Arévalo, marginal en todas las encuestas. No supimos leer las persistentes señales del pueblo.

En el proceso electoral más anómalo en 40 años de democracia, las instancias judiciales, capturadas desde el alto poder político, fueron descalificando, uno tras otro, a los grandes favoritos. Primero fue la líder indígena de izquierdas, Thelma Cabrera. Después, Roberto Arzú, derechista, vástago de una familia de abolengo. Y, por último, Carlos Pineda, un emergente finquero populista.

Lo único que tenían en común estos personajes tan disímiles era el discurso contra las elites corruptas -políticas, burocráticas y empresariales-, una alianza informal conocida como “Pacto de Corruptos”. El presidente Alejandro Giammattei y su cohorte respiraron tranquilos, pues “muerto el perro, se acabó la rabia”.

En la víspera, Sandra Torres (de origen socialdemócrata por su exesposo Álvaro Colom, expresidente fallecido), Edmond Mulet (republicano institucional) y Zury Ríos (ultraconservadora, hija del dictador Efraín Ríos Montt), los favoritos indiscutibles, confiados en que el segundo pelotón de candidatos permanecía lejos, se concentraron en atacarse despiadadamente entre sí. Enviaban mensajes públicos de fidelidad a sus patrocinadores, y no al electorado.

Mientras, el presidente Giammattei y su principal operador político, Miguel Martínez, líderes del “Pacto de Corruptos”, avanzaron en su propio juego. Con financiamiento multimillonario proveniente del saqueo del tesoro público, reclutaron a 200 de los 340 alcaldes municipales para movilizar el voto a favor de su moribundo candidato presidencial y de decenas de caciques aspirantes a diputados.

Los cálculos fallaron. En la encuesta de Prensa Libre, la más confiable, publicada a 48 horas de los comicios, Torres encabezaba la intención de voto con el 21.3% y Arévalo, siete escaños abajo, no llegaba ni al 3%. Pero en la madrugada del lunes 26, el conteo oficial cerró con 17.8% para Torres, seguida por Arévalo con el 11.8%. ¿Cómo se explica la diferencia tan radical?

No hay respuesta única ni segura. A través de los estudios sociológicos que un entrañable amigo español, Adolfo Fito Jiménez, llevó a cabo en Guatemala en la década de 1990, reflexionamos sobre los métodos informales de toma de decisiones de la gente. “Así corre la bola”, les denominó Fito. Los acuerdos implícitos y explícitos se siguen adoptando en las pulperías, las canchas improvisadas de fútbol y durante los recorridos en el incómodo transporte público, pero ahora se masifican velozmente a través de las redes sociales.

Así se autoconvocaron las manifestaciones masivas contra la corrupción en el 2015. Dos semanas antes de ese estallido popular, ejemplarmente pacífico y ordenado que tumbó al Gobierno, grupos de la sociedad civil habían convocado a protestas frente a la Torre de Tribunales por la tolerancia de los jueces a los políticos corruptos. Apenas concurrió una veintena de personas.

La llama de la protesta contra la corrupción bajó, pero se mantuvo viva hasta que en noviembre de 2020 Giammattei la reprimió brutalmente. Acto seguido la fiscal Consuelo Porras desató una cacería penal implacable contra líderes estudiantiles y comunitarios, activistas de derechos humanos, operadores de justicia y periodistas independientes, que continúa hasta ahora.

El domingo 25 vimos que esa llama nunca se apagó. Ocho años después insospechadamente la protesta cívica pasó de las calles a las urnas. Toda una conspiración democrática: bajó la asistencia rural (blanco de clientelismo), se incrementó la urbana; el primer elector (17%) fue el voto nulo de la inconformidad; la mayoría de los jóvenes -protagonistas de las jornadas del 2015- votó por Arévalo, mientras sus papás y abuelos les recordaban que Juan José Arévalo (1945-1951), el progenitor de este candidato de 64 años nacido en Montevideo, había sido el mejor presidente de la historia: el gran reformista y educador del pueblo.

Para el balotaje del próximo 20 de agosto el “Pacto de Corruptos” se reagrupará en torno a Torres -hasta ahora vilipendiada como truhan, exguerrillera y secuestradora de oligarcas- y lanzará su feroz ataque contra Arévalo, que tiene altas probabilidades de salir bien librado. Si él llega a asumir en enero de 2024, le espera una batalla monumental frente a un Congreso adverso. Recuperar el Estado de derecho y reconstruir las instituciones de servicios públicos esenciales será una tarea quizá más ardua de la que libró su padre.

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