Agua
Algunos reclaman trasvases del Odiel como el del Ródano. Y extreman la contradicción legalizando pozos ‘fake’ junto a Doñana
El agua con sangre entra. Pero siempre a duras penas. Acostumbrarse a los reveses no es tarea descontada. Puedes confiarte y entonces, yerras. La última gran sequía mediterránea de 2007/2008 coincidió con los primeros pasos de la Gran Recesión, ya se sabe que las crisis son crisis porque se solapan unas con otras.
De entonces se recuerda, sobre todo en Cataluña, la crueldad del debate sobre las infraestructuras que debían activarse: los Governs de Maragall y Montilla, con la muy activa rama verde, Iniciativa, lanzaron un plan de desaladoras y depuradoras, a imagen de lo realizado en Canarias, del que aún vivimos: la del Llobregat (2009) se consagró como la más importante de Europa para el abastecimiento humano. Por eso las restricciones a los cinco millones de personas de la gran Barcelona metropolitana, en agua de boca, se han evaporado. De momento.
Pero eso no sucedió plácidamente. La derecha nacionalista y demás pescadores en río revuelto propugnaban otra opción: el inútil, caro, volátil y ecológicamente disparatado trasvase desde el río Ródano... patrocinado por intereses habituales. Cuando por sorpresa las rogativas regaron en abundancia, todo eran carcajadas por el dinero presuntamente dilapidado en dulcificar el agua salada. Además del nuevo suministro, aprendimos la necesidad del ahorro y del uso eficiente de los recursos, con un retraso de casi 40 años sobre el informe al Club de Roma Los límites del crecimiento (1972), que no postulaba retroceder, sino crecer sin despilfarro. Grifos inteligentes, cisternas versátiles en los lavabos, duchas milimetradas, regadíos controlados... Los sobrados dispensaban desdén. Pero el calvinismo funcionó.
Hoy, algunos reclaman trasvases del Odiel como el del Ródano. Y extreman la contradicción legalizando pozos fake junto al acuífero del gran parque biodiverso europeo, Doñana. El pecado catalán parece solo venial. De un lado, el peor, haber interrumpido la labor previsora del tripartito en el altar de los sueños autodeterministas, ya se sabe que la conquista del cielo impide la de la tierra. De otro, la dificultad de un acuerdo con la oposición para ejecutar los planes de suministro y ahorro, sin dictar sanciones a los ayuntamientos, el eslabón más débil.
Pero las medidas están en marcha para el área metropolitana: límites de consumo por habitante; topes al regadío agrícola (40%) y uso industrial (15%); prohibición de riego de jardines públicos y privados; cancelación de limpieza de calles con agua potable... La discusión es ruda. Pero solo versa sobre cómo lograr que las medidas sean más ejecutivas.
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