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Columna
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Si esto es vida, ¿qué es lo otro?

El verano puede ser una cena de improviso aunque haga frío, un rato de lectura o de no hacer nada. Un rato de escape, sin sentirse culpable ni obligado, ni observado ni juzgado, que son los nuevos estados de la materia

Siestas
Una pareja duerme la siesta a la sombra de un árbol en el parque del Retiro, Madrid.
José Luis Sastre

A veces es por las buenas, cuando caes en que no te dará para leer los libros que querías leer y ver las películas que tenías que ver. Otras es por las malas, y no te queda más remedio que vivir distinto. Pero la vida te brinda ocasiones para que abras los ojos, y las sirve en momentos: a veces basta con un par de días y un viaje corto para recordarte que ya te dijiste en el último verano que ibas a apreciar los detalles que no apreciabas, como si la vida que tú vives la llevaran un poco los demás. Basta entonces con un par de días sin rutina, de paseo largo y de horas sin tiempo, basta con el mar o con la brisa para que, si has sabido rodearte bien, alguien suelte la frase justa: esto es vida, dirán. Todos os pondréis de acuerdo enseguida en que aquello tan sencillo y tan real es la vida, sin duda. Pero te asaltará sin remedio la pregunta: si eso es vida, ¿qué es lo otro?

Lo otro es lo que hace falta, del trabajo a las obligaciones. Lo otro será lo que nos definirá y por lo que nos recordarán o criticarán. Lo otro es lo que nos pone los pies en el suelo, porque no ocurre cada semana que puedas coger un avión y marcharte a una orilla, ni meter los pies en el agua, todavía fría, ni mirar al cielo y discutir si aquella es la osa menor o mayor, ni ponerte a jugar con el móvil para averiguar si aquel destello es de un faro o de otro, de un pueblo o de otro. Eso se da pocas veces, porque el trabajo nos exige; nos exigen el banco y los compromisos, y la vocación y las expectativas que nosotros mismos nos pusimos. Y el qué dirán, por supuesto. Raro será que no hayamos tenido algún día el arrebato de agarrar la mochila y echarlo todo a rodar: lo otro son todas las razones que nos lo impidieron. Lo otro era la vida también.

Las temperaturas y el cambio de hora, con sus atardeceres tardíos, anuncian que vendrán la hamaca y la piscina, que falta menos para la siesta y los helados y que, con suerte, el azar o la voluntad nos pondrán con una copa de vino entre buena gente que, llegada la situación, dejarán ir la frase, epifanía de cualquier sobremesa de las que valen la pena: esto es vida, dirán. Y es ahora, antes de que pensemos en que las cosas las podríamos organizar de otra manera y que en realidad no todo tiene el peso que le damos, cuando conviene aprender a mirar el año con ojos de sol y salitre, en el intento de que el verano sea también una actitud.

El verano puede ser una cena de improviso aunque haga frío, un rato de lectura o de no hacer nada. Un rato de escape, sin sentirse culpable ni obligado, ni observado ni juzgado, que son los nuevos estados de la materia. Que vayas a cambiar de década por tu cumpleaños y te importe distinto: el verano es que hayas aprendido a guardar un poco de él en el fondo de lo otro, que la vida son ratos. “En mitad del invierno aprendía por fin que había en mí un verano invencible”. Todo estaba en Albert Camus, claro. Como siempre y por supuesto.

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Sobre la firma

José Luis Sastre
José Luis Sastre (Alberic, 1983) es licenciado en Periodismo por la UAB con premio Extraordinario. Ha sido redactor, editor, corresponsal político y presentador en la Cadena SER. Creador de varios podcasts, actualmente copresenta Sastre y Maldonado. Es subdirector de Hoy por Hoy y columnista en EL PAÍS. Autor de Las frases robadas (Plaza y Janés).

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