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Columna
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Ecologismo y pegamento

Los activistas son los heraldos de un nuevo totalitarismo, persuadidos, caiga quien caiga, de la justicia absoluta de su causa. Yo, por si acaso, los tomaría en serio

Activistas contra el cambio climático bloquean el túnel de San Gotardo en Suiza, el día 7.
Activistas contra el cambio climático bloquean el túnel de San Gotardo en Suiza, el día 7.URS FLUEELER (EFE)

Se hacen llamar Última Generación. Exigen al Gobierno de turno medidas drásticas para la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Hasta ahí nada que no deseen con buena fe millones de seres humanos. Lo que caracteriza a estos activistas de nuevo cuño es la estrategia adoptada para defender una causa que no es sólo suya y la renuncia a los efectos prácticos de sus acciones, al menos a corto plazo. Dicen conformarse con llamar la atención; o sea, con salir en la tele y los periódicos. Empezaron lanzando puré de patata y otros pegotes comestibles a obras de arte. Algunos hicieron pinitos como huelguistas de hambre. La iniciativa no prosperó. Por dejar de comer no sale uno en los noticiarios. Ahora les ha dado por pegarse con cola de secado rápido a calzadas y autopistas, en la fácil esperanza de ocasionar atascos. Obstruyeron el túnel de San Gotardo en Suiza y el del Elba en Hamburgo en plena operación salida de vacaciones. Surgieron imitadores en Francia, donde la policía no suele andarse con chiquitas, al revés que en Alemania, país transformado hoy día en una factoría de permisividad. A veces los damnificados (ciudadanos que llevan sus hijos al colegio, que acuden a una cita médica, al aeropuerto o al trabajo) pierden la paciencia y arrancan a viva fuerza a los ecologistas adheridos a la carretera, sin reparar en las consecuencias judiciales posteriores. En Berlín falleció una ciclista atropellada que no pudo recibir ayuda sanitaria a tiempo por causa de un atasco provocado por los pegados. Se les ha visto verter la cola sobrante en una alcantarilla y obstruir carriles de bicicletas y cometer un sinfín de patochadas. Ahora amenazan con paralizar Berlín. Son los heraldos de un nuevo totalitarismo, persuadidos, caiga quien caiga, de la justicia absoluta de su causa. Yo, por si acaso, los tomaría en serio.

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