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Columna
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Los préstamos

Mucho patriota considera que la mayoría de los españoles somos herejes. Entrega arcas cargadas de banderas a cambio de meterse el país en un bolsillo. Grita y se va con lo suyo

Fraude fiscal
Una sede de la Agencia Tributaria.

La memoria vive de préstamos y los mejores pensamientos, de buenas citas. Con frecuencia recuerdo a Vidas y Raquel, los dos judíos que el Cid estafó antes de salir al destierro, acusado por el rey de quedarse con lo que no debía. En aquellos tiempos el bien y el mal eran una plusvalía de la religión verdadera, así que estafar al otro se consideraba una obra de santidad cuando se trataba de un malnacido en otra raza y otra religión. Como ya sabía que para recibir 600 marcos debía ofrecer algo a cambio, el Campeador llenó de arena dos grandes arcas y esperó que los judíos, avaros, pero tontos, creyesen que estaban repletas de oro. Con este aval mentiroso, pudo costearse su salida al destierro, sangre, sudor y lágrimas.

También en estos tiempos las caricaturas del otro sirven para dibujar del derecho y del revés nuestra propia caricatura. Me asalta con frecuencia una frase de Raquel y Vidas. Como Martín Antolínez aparentaba querer llevarse el dinero sin dejar nada a cambio, le advirtieron: “No se hacen así los tratos, sino cogiendo primero y cuando se ha cogido dando”.

Los préstamos en la vida dan para mucho. Poeta soy, al fin y al cabo. La filosofía que más me interesa es la que pone del revés la palabra de los avaros. Siempre es bueno dar, darse, antes de pedir un afecto o un compromiso. Pero tampoco soy un bicho raro. Los especuladores de hoy también desobedecen a Vidas y Raquel. Muchos cogen más de la cuenta y después no quieren pagar impuestos. Dinero constante más allá de la muerte. Y mucho patriota considera que la mayoría de los españoles somos herejes. Entrega arcas cargadas de banderas a cambio de meterse el país en un bolsillo. Grita y se va con lo suyo. Caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

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