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Lo que tapa el globo

Hasta que sepamos si el artefacto estaba hecho para espiar, como afirman fuentes del espionaje estadounidense, lo interesante es ver cómo EE UU y China lo están usando políticamente

Globo espia chino
Los restos del globo chino caen sobre el Atlántico momentos después de que un caza estadounidense lo derribara con un misil.Chad Fish (AP)
Ana Fuentes

El globo chino sobrevolando Estados Unidos ha servido para alimentar cientos de horas de televisión en ese país, conseguir una poco habitual disculpa directa de Pekín y dejar que los internautas chinos exhiban su retranca. Además, le ha puesto en bandeja el argumento a los republicanos, y a algunos demócratas, de que Joe Biden debe ser más duro con Pekín. Hasta que sepamos si el artefacto estaba realmente hecho para espiar, como afirman fuentes de la inteligencia estadounidense, lo interesante es ver cómo ambos países lo están usando políticamente.

Los republicanos apretaron a Biden hasta que aplazó la visita a Pekín de su secretario de Estado, la primera en seis años, que iba a servir para relajar el ambiente después de unos años de muchísima tensión. Durante su presidencia, Donald Trump se empleó a fondo para pintar a Pekín como la mayor amenaza existencial de Estados Unidos. Mientras, los medios chinos de propaganda en inglés, que sirven para lanzar advertencias a las cancillerías extranjeras, publicaban casi a diario caricaturas en las que un Tío Sam patoso, pirómano y arrogante destrozaba las relaciones bilaterales.

Hoy, con la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Biden no tiene margen para destensar la situación. Lleva desde que llegó a la Casa Blanca en 2021 justificando que es lo suficientemente duro con China. Él, que había defendido la cooperación con Pekín durante sus años en el Senado y la vicepresidencia, se ha vuelto más selectivo. Sabe que el liderazgo mundial pasa por ser fuertes en tecnología y tiene prisa por revertir la dependencia de China y revitalizar la industria americana. Por eso ha firmado leyes como la de chips y ciencia, que desbloquea casi 53.000 millones de dólares en subvenciones al sector de los semiconductores. Y ha suscrito un acuerdo con Países Bajos y Japón para limitar el suministro de chips a China.

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Estos movimientos Pekín los tiene descontados, pero le angustian. Las sanciones y trabas de Washington pueden hacer que las multinacionales se marchen de su territorio; su economía resiste, aunque está muy tocada por los tres años de restricciones de la pandemia. Pese a que invierten casi tanto como EE UU, los chips chinos todavía están muy por detrás. De esto, entre otras cosas, querían hablar con los americanos hasta que la polémica del globo dio al traste con la reunión.

Esta crisis tiene como trasfondo dos problemas: el primero es el llamado Aukus, la alianza militar de Estados Unidos con el Reino Unido y Australia para construir submarinos nucleares, entre otros, que irrita profundamente a Pekín. El segundo, la tensión con Taiwán, la isla autogobernada que China reclama como propia. La visita de Nancy Pelosi el pasado agosto tensó las relaciones, pero la indignación de Pekín de entonces puede quedarse corta si el republicano Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes, viaja a Taipéi. Ha prometido que lo hará pronto, y con una comitiva mucho mayor. @anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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