La izquierda en Francia
Las contradicciones de Mélenchon cuestionan su liderazgo como alternativa a Emmanuel Macron
La Francia Insumisa (LFI), el partido que dirige Jean-Luc Mélenchon y que hoy domina la izquierda francesa, pretende abanderar en su país el feminismo y la regeneración democrática. Dos episodios en las últimas semanas cuestionan que algunos de sus líderes estén a la altura de lo que proclaman y exigen a los demás. Los insumisos, como se conoce a los miembros de LFI, han sido implacables al fiscalizar las actitudes machistas y los presuntos abusos cometidos por políticos de otras formaciones. Y con razón. Pero cuando en septiembre se supo que el diputado Adrien Quatennens, uno de sus pesos pesados, había abofeteado a su esposa, de la que se estaba separando, a Mélenchon no se le ocurrió nada mejor que alabar su “dignidad” y “valentía” por admitir los hechos.
La reacción del líder desconcertó a algunos dirigentes del partido y a sus votantes. Quatennens, considerado durante un tiempo el delfín de Mélenchon, abandonó temporalmente el escaño. El 13 de diciembre fue condenado a cuatro meses de prisión exentos de cumplimiento y 2.000 euros por daños y perjuicios a su expareja. El partido lo excluyó del grupo parlamentario, pero solo hasta abril, cuando se haya cumplido el tiempo de la pena. De nuevo, la decisión de readmitirlo incomodó a muchos insumisos, así como a socialistas, ecologistas y comunistas, socios menores de LFI en la alianza de izquierdas que, desde las legislativas del pasado junio, forma el primer bloque de oposición en la Asamblea Nacional.
También ha sido discutible la práctica democrática de LFI. Mélenchon promueve, con argumentos plausibles, una reforma de la V República, el actual régimen constitucional francés que otorga al presidente poderes insólitos en las grandes democracias modernas. Pero la reclamación en Francia de menos verticalidad en el ejercicio del poder y más deliberación no la aplica en su formación, donde impone un estilo vertical con decisiones poco transparentes. El anuncio, el 10 de diciembre, de una nueva cúpula dirigente elegida en un proceso opaco provocó otra crisis interna. Acabó dejando fuera a figuras con un perfil renovador pero ajenas al círculo de confianza de Mélenchon y a sus prácticas políticas tradicionales. Tampoco hacen honor los melenchonistas a la mejor tradición de la izquierda cuando sus diputados —no así los socialistas, ecologistas y comunistas— se abstienen en las votaciones de apoyo a Ucrania y de condena de la invasión rusa.
La peculiaridad de Francia respecto a vecinos como España o Alemania es que el partido dominante en la izquierda es su ala más populista y radical. El Partido Socialista, hegemónico durante décadas, carece de fuerza parlamentaria. Pero el debilitamiento de LFI y sus aliados solo medio año después de obtener un resultado notable en las elecciones es una advertencia sobre los riesgos que comporta una socialdemocracia al borde de la extinción.
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