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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Huelgas en el Reino Unido

El primer ministro Rishi Sunak rechaza sentarse en una mesa de negociación pese a la oleada de paros del sector público

Conductores y equipos de ambulancias se manifiestan ayer en Londres.
Conductores y equipos de ambulancias se manifiestan ayer en Londres.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
El País

El primer ministro del Reino Unido entró en Downing Street con la misión urgente de enderezar las cuentas del país y recuperar la credibilidad internacional que su antecesora, Liz Truss, había echado a perder con una insensata rebaja de impuestos que le costó el puesto. Rishi Sunak termina el año con un desafío tan delicado o más que ese mismo: demostrar a los ciudadanos que es capaz de desplegar el sentido común que tanto prometió cuando se postuló para el cargo, y poner freno a una oleada de huelgas que amenazan con resucitar el “invierno del descontento” que a finales de los años setenta del siglo pasado contribuyó de forma relevante a la victoria de Margareth Thatcher en 1979. De momento, Sunak ha decidido echar un pulso a los sindicatos de los trabajadores del sector público.

Enfermeras, conductores de ambulancia, trabajadores de los ferrocarriles, personal de transporte público, empleados del servicio postal y hasta los oficiales encargados de controlar aduanas y fronteras en los principales aeropuertos y puertos del país han decidido emprender paros intermitentes en los próximos meses. Reclaman subidas salariales por encima de una inflación que hoy se sitúa en el 9,7%. El Gobierno conservador se niega incluso a sentarse a negociar. Argumenta las recomendaciones no vinculantes realizadas por los Organismos de Revisión Salarial cuyo criterio, expresado el pasado verano, se ha quedado ya evidentemente corto ante la intensidad de la crisis del coste de la vida. Sunak asegura que cualquier subida en línea con lo que reclaman desataría una espiral de inflación que se volvería incontrolable.

Son muchos los expertos que lo niegan. Los sueldos del sector público, a diferencia del privado, no tienen una incidencia directa en la inflación. Los trabajadores del Servicio Nacional de Salud, junto al resto de empleados públicos, llevan una década con salarios estancados que han reducido en un 20% su capacidad adquisitiva. La pandemia, la guerra de Ucrania y, desde luego, también el Brexit, han empobrecido y vuelto menos competitiva la economía británica. El Reino Unido todavía no ha regresado a los niveles de crecimiento anteriores a la pandemia, mientras que el Banco de Inglaterra ha dejado claro que ha entrado en recesión y que necesitará casi dos años para salir de ella.

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Sunak sabe que podría financiar parte de la subida salarial reclamada con mayores impuestos, pero es una idea tabú para un primer ministro débil y vigilado por el ala dura de su partido. La respuesta, de nuevo, ha sido responsabilizar a los sindicatos del malestar creado y confiar, como ocurrió durante los años de Margaret Thatcher, en que los ciudadanos acaben poniéndose del lado del Gobierno. De momento, las principales encuestas muestran que la mayoría de los británicos son perfectamente conscientes de que los problemas actuales responden en exclusiva a la nefasta gestión de los conservadores.


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