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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Golpismo en Alemania

La detención de un grupo pronazi alerta sobre el semillero antidemocrático que incuban las democracias occidentales

El aristócrata Heinrich XIII Reuss, supuesto cabecilla de la trama golpista en Alemania, escoltado por los policías que le detuvieron en Fráncfort, el pasado día 7.
El aristócrata Heinrich XIII Reuss, supuesto cabecilla de la trama golpista en Alemania, escoltado por los policías que le detuvieron en Fráncfort, el pasado día 7.REUTERS TV (REUTERS)
El País

La proliferación de grupos radicalizados y antidemocráticos en los entornos democráticos ha encontrado un justificado motivo de alarma en la reciente cadena de detenciones policiales en Alemania. Pese al aire de conspiradores de opereta, con títulos rimbombantes y documentos de identidad y pasaportes de un imperio imaginario, la policía y los servicios secretos alemanes han tratado a Reichsbürger (o Ciudadanos del Reich) como un grupo altamente peligroso. No tan solo por sus ideas antisemitas y sus abiertas simpatías por el nazismo, sino por sus planes golpistas, en los que se incluía el asesinato de políticos, el asalto a las instituciones democráticas y la abolición de la república para restaurar el imperio alemán abolido en 1918 y solo breve pero trágicamente restaurado por Adolf Hitler desde 1933 hasta 1945.

Entre los 25 dirigentes detenidos se encuentran el aristócrata que pretendía erigirse en el nuevo jefe del Estado, una jueza en ejercicio y exparlamentaria, exmilitares y distintos personajes de presunta respetabilidad burguesa. La policía alemana considera creciente el peligro que representa el radicalismo violento de ideología racista y xenófoba en Europa y en Estados Unidos, acompañado de la pujanza electoral de grupos de extrema derecha, como sucede con Alternativa para Alemania (AfD). En el caso de Reichsbürger se trata de una organización que rechaza la legitimidad de la República Federal de Alemania y reivindica la vigencia de la Constitución de 1871 y con tal motivo pretendía restaurar mediante un golpe de Estado violento las instituciones y la legalidad abolida. Su máximo dirigente pertenece a una familia aristócrata, pero sus ideas y su lenguaje pertenecen al populismo antielitista de una extrema derecha radicalizada, racista y xenófoba, que denuncia el Estado de derecho, las fuerzas del orden y los servicios secretos como un “Estado profundo” al que hay que derrocar. Su peligrosidad deriva del entrenamiento militar de buen número de los militantes —alguno formó parte de las fuerzas especiales de las Fuerzas Armadas de Alemania— y la posesión de armas, y lo que es peor: con permiso para ellas, así que ha contado con complicidades en la Administración.

No se trata de un pequeño grupo de inofensivos conspiradores, sino de una amplia red que puede abarcar a millares de personas y que ya ha protagonizado algunos incidentes, como un intento de asalto al Parlamento en agosto de 2020, al estilo de la embestida trumpista al Congreso, o un tiroteo en el que uno de sus miembros disparó contra cuatro policías y mató a uno de ellos. Sus simpatías por el régimen de Vladímir Putin se insertan en la larga tradición de afinidades entre el autoritarismo de la derecha alemana y el zarismo, y alertan una vez más a Alemania y al resto de Occidente sobre la fragilidad de la democracia incluso en los países donde está más asentada.

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