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COLUMNA
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El espejo escocés todavía sirve

El Tribunal Supremo británico deniega el derecho a la autodeterminación e incluso una consulta sin efectos legales

Nicola Sturgeon, el día 23 en una rueda de prensa en Edimburgo tras la decisión del Tribunal Supremo británico.
Nicola Sturgeon, el día 23 en una rueda de prensa en Edimburgo tras la decisión del Tribunal Supremo británico.ANDY BUCHANAN (AFP)
Lluís Bassets

Regresa de pronto el espejo escocés gracias a una sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido que deniega al Parlamento de Edimburgo el derecho a convocar un referéndum de autodeterminación. La resolución supera doctrinalmente el ámbito del Reino Unido, puesto que rechaza el derecho a la autodeterminación de los pueblos, salvo en el caso de países colonizados u ocupados, y lo fundamenta no tan solo en la Constitución británica, sino también en sentencias de altos tribunales de Canadá y Naciones Unidas. También determina que es el Parlamento del Estado, y nunca un Parlamento de una parte del territorio sin poderes constitucionales, el que tiene la capacidad reservada para tal tipo de decisión.

El referéndum sobre la independencia que celebró Escocia en septiembre de 2014 fue de gran utilidad para los planes de Artur Mas. El año del tercer centenario de la derrota catalana de 1714, el Gobierno autónomo escocés de Alex Salmond conseguía del primer ministro británico David Cameron la competencia para convocar un referéndum de autodeterminación. Tal coincidencia no solo alimentó el sentimiento independentista en Cataluña, sino que le proporcionó un ejemplo y un camino, que Mariano Rajoy se negó a seguir, y Artur Mas aprovechó para convocar como respuesta la consulta unilateral y no vinculante del 9-N, en la que se preguntaba sobre la posibilidad de que Cataluña se constituyera en un Estado independiente.

Ahora sabemos que fue una doble jugada de alto riesgo con la que Cameron quiso atajar a la vez el independentismo escocés respecto al Reino Unido y el independentismo inglés respecto a Europa, con la oferta de un nuevo estatus como socio de la UE que mejoraba sus excepciones y privilegios. Y, si bien ganó el primer envite, perdió el segundo, proporcionando así las razones para un nuevo referéndum, en el que los escoceses, que habían rechazado el Brexit, pudieran votar a la vez la salida del Reino Unido y la permanencia en la UE.

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Esta sentencia también interesa al soberanismo catalán, puesto que obtura la vía unilateral y la posibilidad de alguna cobertura internacional, no tan solo en relación al 1-O sino también al 9-N. Los jueces británicos rechazan una consulta unilateral incluso cuando no tiene efectos legales directos, como argumenta el Gobierno escocés, puesto que afecta a las relaciones entre Escocia y Reino Unido, de exclusiva competencia de Londres.

Nicola Sturgeon, que ha aceptado la sentencia y rechaza la unilateralidad catalana, remite como alternativa a las próximas elecciones, que quiere que sean plebiscitarias. Sabe que ni siquiera con una abrumadora mayoría independentista podrían dar pie a una declaración unilateral de independencia, sino a la normal negociación entre Edimburgo y Londres sobre los márgenes de autogobierno. Que es la única vía practicable, tanto para el nacionalismo escocés como para el catalán, dentro del espacio democrático y liberal occidental.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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