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Columna
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El arte ruso de la provocación

Lanzar misiles sobre todo el territorio ucranio es tentar a la suerte y dejar abierta la puerta a un accidente o a un error de los que conducen a la escalada bélica

Un bombero intenta apagar este martes un incendio en un edificio de Kiev provocado por el impacto de un misil ruso.
Un bombero intenta apagar este martes un incendio en un edificio de Kiev provocado por el impacto de un misil ruso.STRINGER (REUTERS)
Lluís Bassets

En un solo día, Rusia lanzó 90 misiles sobre territorio ucranio. Unos 70 fueron interceptados antes de dar en el blanco. Fue una jornada infausta, de muerte y destrucción, en la que Ucrania sufrió el más peligroso de los bombardeos de toda la guerra. Lo fue por el número de misiles lanzados, el mayor en un solo día desde el 24 de febrero, pero sobre todo por la alarma desatada por el impacto mortal de dos artefactos, al parecer de fabricación rusa, en territorio polaco, es decir, la geografía protegida por la OTAN y por el paraguas nuclear de Estados Unidos.

Con las primeras noticias sobre estas dos primeras víctimas de la guerra en un país de la Alianza, dos operarios agrícolas que trabajaban en una finca a unos seis kilómetros de la frontera con Ucrania, la película de una escalada militar inmediata en la que la OTAN entera se implicaba en la guerra pasó por la cabeza de cualquier observador.

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Si había sido un ataque decidido por el Kremlin para poner a prueba a la Alianza, no podía haber dudas respecto a la respuesta. En caso de que los aliados no reaccionaran, la OTAN podía declarar su insolvencia como tratado de mutua defensa y Putin declararse vencedor político de la guerra. Y si reaccionaban, todos los países socios, también España, entraban en guerra abierta con Rusia y la amenaza nuclear asomaba de nuevo en territorio europeo.

En Moscú y en Kiev las reacciones fueron rápidas, contundentes, y ambas precipitadas. Según el Kremlin era una provocación ucrania y según Zelenski un ataque ruso a territorio de la OTAN que merecía una respuesta. Mucho más prudentes fueron las reacciones de todos los aliados, en las capitales y sobre todo en la reunión del G-20 en Bali, donde pudieron intercambiar sus reflexiones directamente. Puede que los misiles fueran de fabricación rusa, como rusas son muchas de las armas empleadas en esta guerra y rusa es incluso la formación de muchos militares ucranios. Puede también que fueran lanzados por el Ejército ucranio en la intercepción de la lluvia de misiles rusos.

Aun así, es imposible negar la responsabilidad de Putin. Es un crimen de guerra que las infraestructuras hidroeléctricas y las viviendas sean objetivos militares. Su destrucción sistemática es una forma de chantaje, literalmente terrorista, para vencer mediante la presión sobre los civiles a falta de fuerzas para ganar en el campo de batalla.

Lanzar misiles sobre el entero territorio ucranio, como ha sucedido ya varias veces, es tentar a la suerte y dejar abierta la puerta a un accidente o a un error de los que conducen a la escalada bélica. Tal como ha recordado Pedro Sánchez, si sucede el mismo día en que Putin estaba convocado en Bali para reunirse con los líderes del G-20 es una apuesta por la guerra de agresión frente a los esfuerzos por la paz y la estabilidad que está haciendo la comunidad internacional y una confirmación de la peligrosidad irremediable de la Rusia de Putin.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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