Elon Musk y la tragedia de los motivados
La etiqueta de los despedidos de Twitter, #LoveWhereYouWorked, es otra prueba más contra la cultura corporativa. El trabajo nunca corresponderá el amor de los empleados ni será su familia
Llevo varios días pensando en qué será de Esther Crawford. El miércoles, la directora de Product Management de Twitter colgó una foto suya durmiendo con un antifaz y un saco de dormir en las oficinas de la compañía en San Francisco. “Cuando tu equipo se esfuerza las 24 horas del día para cumplir con los plazos, a veces #DuermeDondeTrabajas”, tuiteó.
When your team is pushing round the clock to make deadlines sometimes you #SleepWhereYouWork https://t.co/UBGKYPilbD
— Esther Crawford ✨ (@esthercrawford) November 2, 2022
Lo suyo no era un comentario irónico. Tampoco una foto-denuncia. Ni siquiera escondía una pizca de cinismo frente al caos que asola su empresa desde que Elon Musk se hiciera con ella. Frente a las críticas que la imagen despertó por aquello de verlo y pensar instantáneamente lo de “no herederás la empresa”, esta trabajadora insistió en su fe ciega en el líder tirando de uno de los inventos más sonrojantes de internet, las etiquetas corporativas: “Somos #OneTeam [”#UnEquipo”] y usamos la etiqueta #LoveWhereYouWork [”#AmaDondeTrabajas”] para enseñarlo, por lo que retuiteé con #SleepwhereYouWork [”#DuermeDondeTrabajas] como guiño descarado a mis compañeros tweeps [así se denominan entre ellos los trabajadores de la compañía]. Hemos estado en medio de una loca adquisición pública durante meses, pero seguimos adelante y estoy muy orgullosa de nuestra fuerza y resistencia”, tuiteó, avivando la llama de ese agujero del infierno que aúna el lenguaje emocional de las tecnológicas y el perverso góspel del ajetreo y la productividad.
Al parecer, esa demostración de compromiso no era tan espontánea como parecía. Al hilo de las imágenes de Crawford y otros empleados pasando la noche en sus escritorios, el periodista tecnológico Gergely Orosz desveló: “He confirmado que varios ingenieros de Twitter durmieron en la oficina durante el fin de semana en un esfuerzo por cumplir con la fecha límite del miércoles para construir la función de verificación. Muchos de estos mensajes no son irónicos: son reales. Se entiende que los que no actúan bien podrían ser despedidos”. Todo ese entusiasmo generalizado, en realidad escondía algo mucho más primario y básico: el terror al paro.
I confirmed that several Twitter engineers slept in the office over the weekend in effort to make the Wednesday deadline to build the verification feature.
— Gergely Orosz (@GergelyOrosz) November 2, 2022
A lot of these messages are not ironic: they’re real.
It’s understood that those not performing could well be laid off. https://t.co/c4WKtJSSNU
Frente a esta performance pesadillesca de entrega en los cuarteles de Twitter, fue inevitable no pensar en el periodista tecnológico de The New York Times John Herrman. Hace unos años, se inventó el verbo “larpear” (acrónimo de Live Action Role-Playing) para explicar cómo ahora nos vemos obligados a demostrar que estamos trabajando sin parar. Nos lo curramos muchísimo para contestar al instante con emojis, mensajes ingeniosos o con enlaces a artículos en los chats laborales para que se entienda que estamos activos y entregados, emocionalmente implicados, en lugar de dedicarnos a aquello por lo que se nos paga estrictamente un salario: nuestro simple trabajo.
Pocas horas después de que Esther Crawford colgase su foto durmiendo en los cuarteles de Twitter defendiendo lo de #AmaDondeTrabajas, se filtró que Musk planeaba despedir a 3.700 trabajadores de la compañía, casi la mitad de la plantilla. El magnate cumplió de la forma más cruel y corporativa posible: los echó de madrugada, en viernes, en secreto y desconectando sin previo aviso su contraseña del sistema. Y es ahí cuando la etiqueta #LoveWhereYouWorked (”#AmaDondeTrabajaste”) se ha convertido en el funeral y quedada para llorar donde centenares de extweeps se han congregado incrédulos y con fotos de sus ordenadores sin poder conectarse a su cuenta. Devotos todavía incapaces de entender su tragedia: que aquel trabajo al que han entregado la vida nunca les correspondió ni mucho menos fue su familia. Más que tanto derroche de amor, lo que les habría hecho falta hubiese sido un buen sindicato. Porque esta es solo otra empresa del tardocapitalismo haciendo lo que sabe hacer mejor: poner sus beneficios por encima de las personas. Y de eso no se libra ni el tweep más motivado.
I told my little son Horntence that daddy might not have a job tomorrow. He said “Daddy, why don’t the one percent understand that their actions have consequences that ripple out or don’t they care.”
— Negative Five (@strangertemple) November 4, 2022
He’s four years old. He has to see his daddy cry.#OneTeam #lovewhereyouworked pic.twitter.com/BLvyoCYMyY
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.