La doble cara de Meloni
La primera ministra italiana muestra su sintonía con Europa en política exterior, pero refuerza en cuestiones internas su discurso nacionalpopulista
La primera intervención ante la Cámara de Diputados de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha confirmado la doble característica que se auspiciaba en la última recta de la campaña electoral sobre cómo sería el primer Gobierno de ultraderecha en uno de los países fundadores de la UE. De una parte, una política exterior en líneas generales dentro de los parámetros económicos y de seguridad acordados por los socios comunitarios y, por otra, una variación significativa en política interna sobre derechos civiles e institucionalidad que, si bien no supone una ruptura radical, si deja entrever una preocupante deriva restrictiva.
En el aspecto positivo, la primera mujer que preside un Ejecutivo italiano dejó ayer claro en su discurso de voto de confianza ante los diputados que Italia seguirá alineada con Europa respecto a la guerra desatada por Rusia contra Ucrania, empleó la expresión “el chantaje de Putin” para referirse a la crisis energética que se cierne sobre Europa y apoyó el impulso a las energías renovables en este momento. Pero no conviene equivocarse, porque lejos de usar un tono “europeísta” Meloni recalcó que estas medidas sirven al “interés nacional” italiano —no en vano Italia recibirá 200.000 millones de los fondos Next Generation— y lanzó un duro ataque contra las declaraciones de la ministra francesa de Asuntos Europeos, Laurence Boone, quien había asegurado que habría una “vigilancia” sobre el Gobierno de Meloni en materia de derechos civiles. No acabaron ahí sus ataques a la UE, porque criticó la existencia de una Europa “de primera división” y “una de segunda”, y envolvió su alineamiento con Bruselas en una retórica nacionalpopulista que, llegado el caso y en nombre del interés nacional, le podría permitir desdecirse.
Pero es en el frente interno donde la líder de Hermanos de Italia mostró su faceta ultraconservadora. Aunque aseguró que no limitará los actuales derechos civiles o el aborto, cargó contra la inmigración ilegal y anunció que propondrá a Bruselas un “bloqueo naval” en el Mediterráneo, una iniciativa que fue objeto de dura polémica durante la campaña electoral. Mención aparte merece su disposición a una reforma institucional —léase constitucional— de carácter presidencialista, una idea que levanta fuertes recelos entre quienes temen que en la práctica suponga una puerta entreabierta al autoritarismo.
Meloni ha protagonizado una transición tranquila con el equipo de su predecesor, Mario Draghi, y en la Cámara renegó ayer del fascismo, pero no ha mitigado el discurso nacionalpopulista que le dio la victoria en las urnas y que puede llevarla a un recorte de libertades en el interior y una deriva divergente del proyecto europeo. Acertó pues la ministra Boone con su advertencia de vigilar lo que haga el Gobierno italiano pues sus acciones a partir de ahora pueden tener influencia en el mapa electoral europeo.
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