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Elecciones en Brasil
Columna
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En Brasil las elecciones las ganará Lula, no la izquierda ni el PT

En las presidenciales de 2018, el resultado fue más un ‘no’ al Partido de los Trabajadores que un ‘sí' a Bolsonaro

Juan Arias
Un seguidor de Lula Da Silva muestra un rostro del candidato presidencial, en São Paulo.
Un seguidor de Lula Da Silva muestra un rostro del candidato presidencial, en São Paulo.Andre Penner (AP)

Lo más seguro es que el domingo las elecciones brasileñas las gane, por tercera vez, el exsindicalista y carismático, Lula da Silva y no el derechista y exmilitar, Jair Bolsonaro. Ya sé que en el exterior, y sobre todo desde el resto de América Latina, dichas elecciones se ven más bien como la lucha entre la extrema derecha neofascista y la izquierda simbolizada en el partido de los trabajadores, el PT. Es una verdad a medias, ya que si hubiese sido una pugna entre derecha e izquierda seguramente la extrema derecha bolsonarista se hubiera reelegido ya que la diferencia de votos va a ser muy pequeña.

Para entender por qué seguramente ganará Lula, y no el PT, hay que recordar que el capitán expulsado del Ejército acusado de terrorismo se eligió en 2018 solo para castigar al PT, acusado de graves acusaciones de corrupción política. Más que un sí a Bolsonaro fue un no al PT.

Lula lo entendió enseguida cuando, excarcelado y apto para volver a disputar las elecciones luego de que el Supremo anulara todos sus procesos por corrupción, se presentó esta vez no como el líder del PT sino de una coalición que abraza desde el centro a la derecha democrática. Por ello, más que una victoria de la izquierda, la del domingo será un triunfo de Lula y del recuerdo de sus gobiernos pasados.

Lo ha expresado muy bien hoy el columnista del diario O Globo, Carlos Andreazza, en su artículo Lula contra el antipetismo en el que escribe que lo del domingo lo que se juega Brasil es “la fuerza personalísima de Lula contra el antipetismo”. Puede parecer una paradoja, pero encierra una gran verdad. Según el analista político, ello acontece porque no se trata en estas elecciones de una simple reelección de la extrema derecha. Es algo más y distinto. No estamos ante la elección de un partido de izquierdas contra uno de derechas, sino de una situación de horror que no solo ha quebrado económicamente al país sino que lo ha dividido en un clima de guerra civil, de lucha interna entre las familias, de violencias y venganzas.

Como afirma Andrezza, estas elecciones no son las de un rechazo sino las del desprecio y del horror mientras sigue vivo el antipetismo. Lo que ocurre es que, guste o no, los gobiernos de Lula fueron previsibles “ofrecieron estabilidad contra un periodo; el de Bolsonaro [fue un Gobierno] en el que el propio presidente fue y es generador de disturbios”.

Sí, la gran paradoja es que la agudeza política de Lula entendió enseguida que Bolsonaro y los horrores del infierno que creó fueron un fruto amargo de los pecados de su partido, el PT que fue perdiendo por el camino su fuerza vital para contaminarse con la vieja política del pasado. Lo confirmó Lula en una conversación con Felipe González a quien le confió que el PT estaba necesitando de una refundación ya que se estaba contagiando con los defectos y pecados de la vieja política que busca solo ventajas personales.

Y si Lula hoy gana las elecciones es cierto que será más bien una victoria personal y el resultado de su perspicacia de haberse presentado al pleito con un equipo en el que su partido, el PT será solo uno más. Y ello lo compromete doblemente ya que no podrá olvidarlo a la hora de formar su Gobierno- Será, sin duda, importante el ministro de Economía. El Ejecutivo tendrá un programa más de centro que de izquierda y con una inédita presencia femenina. Las mujeres serán, con su voto, un elemento fundamental en estas elecciones.

Lula sabe que lo que Brasil espera de él: que sea capaz de disipar ese ambiente irrespirable, de odio, de desesperanza, de miedos y violencias, de enfrentamientos hasta dentro de las familias, de desaliento juvenil, de miedo a que el país caiga en el ostracismo internacional, o como dirían ellos “que Dios se haya cansado de ser brasileño”.

Que el futuro inmediato del país y de una renovada esperanza de días mejores está hoy en manos de Lula lo revela el hecho que toda la publicidad de la campaña está puesta en el símbolo de su persona, una L mayúscula y no en el del PT. Se explica así el miedo a que al líder de las encuestas le pueda ocurrir algo en estos días dado el clima de violencia en acto. Y de ahí la responsabilidad personal de Lula si gana las elecciones ya que el país está esperando de él más que un cambio político, un cambio de los corazones y la resurrección de la alegría perdida de sus gentes.

La verdadera esperanza es que el tenebroso Gobierno bolsonarista amasado de armas y odios, el del lenguaje machista, de la ausencia de sentimientos frente al dolor y la miseria, abra paso no solo a un espejismo sino a un futuro con el que siempre soñó y que solo será posible si será capaz de convertir estos años infernales del bolsonarismo en la imagen del Quijote de “una mala noche pasada en una mala posada”.

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