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Elecciones en Brasil
Columna
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La guerra de las elecciones en Brasil replantea el derecho a la libertad de expresión

La efervescencia de las redes sociales, en las que se mezclan ‘fake news’ y verdades o verdades a medias, suponen un problema en la defensa de la libre manifestación de ideas

Juan Arias
Seguidores de Jair Bolsonaro se toman una selfi en Minas Gerais, en agosto pasado.
Seguidores de Jair Bolsonaro se toman una selfi en Minas Gerais, en agosto pasado.Silvia Izquierdo (AP)

Los últimos diez días antes de las elecciones brasileñas se están convirtiendo en una verdadera guerra. Primero porque contra todo lo que revelaban los sondeos que daban a Lula un margen hasta de 14 puntos sobre Bolsonaro y ya casi vencedor indiscutible, de repente esa distancia se ha reducido a cuatro puntos lo que, técnicamente, supone un empate.

Las redes sociales, que fueron las que eligieron al presidente en 2018 cargadas de fake news, han vuelto a convertirse en el instrumento más eficaz también en esta reelección usadas por ambos rivales, lo que trae de cabeza a la justicia. Cada día surge una polémica debido a las órdenes de eliminar de las redes ciertas noticias y comentarios por parte del Supremo Tribunal Electoral.

Ello ha llevado a que se cree una fuerte polémica sobre las lindes de la sacralidad de la libertad de expresión, fundamento de toda democracia, y el delito de la mentira. Es un tema no solo brasileño sino que alcanza mundialmente a las normas hasta ahora incuestionables sobre la libertad de palabra.

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Dos casos brasileños de estos días han encendido los comentarios de los especialistas sobre el tema. Uno relacionado con Lula que calificó a Bolsonaro de “genocida” por su desastroso desempeño durante la pandemia de la covid, que costó unas 700.000 víctimas mortales de las que se acusa al presidente por su conducta laxa que atrasó la llegada de vacunas, y el uso de medicinas rechazadas mundialmente, y hasta se burló de los que tenían miedo de salir a trabajar calificándolos de maricones.

El Tribunal Electoral mandó eliminar de las redes la expresión “genocida” que estaba ya en boca de media población. ¿Justo o injusto? Y el último caso de días atrás, el más escabroso y complejo, ha sido el vídeo que levantó un polvorín en el que Bolsonaro cuenta un encuentro en la calle, a 100 kilómetros de Brasilia, en un barrio pobre, con un pequeño grupo de venezolanas en el que insinúa que “se creó un ambiente de ligue” entre él y ellas y a las que acabó considerando de prostitutas algo que ha sido totalmente desmentido. Bastaron segundos para que el presidente de extrema derecha, gran defensor de la familia tradicional, fuera calificado en las redes sociales como “pedófilo”.

“Paré la moto en una esquina, me quité el casco, miré a unas chicas bonitas de 14 a 15 años, arregladas, un sábado en una comunidad. ¿Puedo entrar en tu casa? Entré. Había de 15 a 20 chicas, todas venezolanas. Estaban arregladísimas para ganarse la vida. Pintou um clima [una expresión difícil de traducir que viene a ser que “había ambiente de ligue”] con aquellas niñitas bonitas, de 14, 15 años, arregladas”.

Faltaron segundos para que las redes sociales hirvieran en comentarios tachando al presidente de “asqueroso”, “pedófilo”, “depravado” y “criminal”. Hasta Lula entró en la polémica al afirmar que Bolsonaro había usado un lenguaje de pedófilo.

Los magistrados de la Corte Electoral decidieron eliminar el hecho en todas las redes sociales y varios diarios tradicionales plantearon la duda de si dicha decisión no hería el derecho a la libertad de expresión, ya que el hecho polémico no era falso. Lo contó el mismo Bolsonaro que fue enseguida acusado de no haberse preocupado en indagar si aquel grupo de muchachas venezolanas eran realmente prostitutas o, como se ha llegado a saber, se trataba, al revés, de una asociación que les ofrecía refugio y protección.

Sin duda, la efervescencia de las redes sociales con motivo de las elecciones brasileñas, en las que se mezclan fake news y verdades o verdades a medias o comentarios ácidos de dichas noticias, han replanteado el problema de la defensa de la libertad de expresión que debe estar solo reglamentada por los tribunales de justicia. Se trata de un tema clave en el mundo de la información que se debate entre la denuncia de los crímenes del poder y la difusión de acusaciones graves que se revelan falsas.

En el caso emblemático de las acusaciones a Bolsonaro de abuso de menores lo que más ha extrañado y preocupado es que asustó al Gobierno, mismo que se gastó un dineral en un anuncio en Google en el que se afirma: “Bolsonaro no es pedófilo”. Y el resultado ha sido positivo porque un sondeo de Datafolha dos días después de la polémica le ha dado al presidente un aumento de dos millones de votos, lo que ha encendido más si cabe la guerra ya en llamas de las elecciones

¿Rinde, entonces, la mentira en el debate electoral? ¿Dónde colocar las lindes entre insulto gratuito y libertad de expresión?

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