La atracción de las palabras
No invoques al lobo. Si pronuncias su nombre, la bomba atómica llegará
Si te pasas la vida diciendo que viene el lobo, al final el lobo no tiene otra opción que acudir adonde le llaman. Las palabras crean la realidad. En este caso se trata de la bomba atómica. Primero fue una chanza que se suelta en la barra del bar. Con esto de la guerra en Ucrania, dijo algún gracioso, un día de estos Vladímir Putin aprieta el botón nuclear con ese mismo dedo con que se hurga la nariz y ya nunca podremos volver a desayunar. Fue una salida que, tal vez, se celebraría con unas risas. Poco después el vocablo nuclear comenzó a sonar en boca de algún periodista en una tertulia de radio, luego se lo oímos pronunciar sucesivamente a un político, a un general en activo, a un alto mando de la OTAN, a la presidenta de la Comisión Europea, al inquilino de la Casa Blanca que flota entre la niebla, al mismo Papa de Roma que mira el techo de la capilla Sixtina donde se ve a Jehová creando con el dedo a Adán, pintado por Miguel Ángel. En cierto modo, ese contacto con el dedo también fue muy explosivo. Produjo a la humanidad, que no deja de ser una hecatombe. Hoy ese vocablo nuclear ha sido elevado oficialmente a amenaza estratégica, real y concreta por el propio Putin, el propietario de ese dedo que puede provocar el apocalipsis. La posibilidad de que nos veamos enredados en una guerra atómica se ha convertido en un lugar común en la conversación de cualquier sobremesa en un contexto muy frívolo y banal. Parece que más que terror a la gente le provoca expectación y da la sensación de que podría causar una gran decepción si finalmente el espectáculo no se produce, tal es el grado de nuestra postración moral. Más allá de las cosas bellas de este mundo, más allá del arte y del esplendor de la vida existe un horizonte nuclear. No invoques al lobo. Las palabras son magnéticas y atraen a la realidad. Si pronuncias su nombre, la bomba atómica llegará.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.