_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La atracción de las palabras

No invoques al lobo. Si pronuncias su nombre, la bomba atómica llegará

El presidente ruso, Vladímir Putin, en Samarcanda (Uzbekistán), el pasado 16 de septiembre.
El presidente ruso, Vladímir Putin, en Samarcanda (Uzbekistán), el pasado 16 de septiembre.Sergei Bobylev (AP)
Manuel Vicent

Si te pasas la vida diciendo que viene el lobo, al final el lobo no tiene otra opción que acudir adonde le llaman. Las palabras crean la realidad. En este caso se trata de la bomba atómica. Primero fue una chanza que se suelta en la barra del bar. Con esto de la guerra en Ucrania, dijo algún gracioso, un día de estos Vladímir Putin aprieta el botón nuclear con ese mismo dedo con que se hurga la nariz y ya nunca podremos volver a desayunar. Fue una salida que, tal vez, se celebraría con unas risas. Poco después el vocablo nuclear comenzó a sonar en boca de algún periodista en una tertulia de radio, luego se lo oímos pronunciar sucesivamente a un político, a un general en activo, a un alto mando de la OTAN, a la presidenta de la Comisión Europea, al inquilino de la Casa Blanca que flota entre la niebla, al mismo Papa de Roma que mira el techo de la capilla Sixtina donde se ve a Jehová creando con el dedo a Adán, pintado por Miguel Ángel. En cierto modo, ese contacto con el dedo también fue muy explosivo. Produjo a la humanidad, que no deja de ser una hecatombe. Hoy ese vocablo nuclear ha sido elevado oficialmente a amenaza estratégica, real y concreta por el propio Putin, el propietario de ese dedo que puede provocar el apocalipsis. La posibilidad de que nos veamos enredados en una guerra atómica se ha convertido en un lugar común en la conversación de cualquier sobremesa en un contexto muy frívolo y banal. Parece que más que terror a la gente le provoca expectación y da la sensación de que podría causar una gran decepción si finalmente el espectáculo no se produce, tal es el grado de nuestra postración moral. Más allá de las cosas bellas de este mundo, más allá del arte y del esplendor de la vida existe un horizonte nuclear. No invoques al lobo. Las palabras son magnéticas y atraen a la realidad. Si pronuncias su nombre, la bomba atómica llegará.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_