Riesgo nuclear
El informe de los expertos de la ONU revela que la ocupación rusa de la central de Zaporiyia puede terminar en una catástrofe


Nunca antes de la guerra en Ucrania se habían producido combates y bombardeos en un ámbito lleno de centrales nucleares. Seis de los 15 reactores nucleares en activo en Ucrania se hallan en la central de Zaporiyia, ocupada por el ejército ruso desde el 5 de marzo. Aunque Moscú no ha conseguido sus objetivos, la instalación de fuerzas y armamento en el interior de la central y los constantes bombardeos, que cada parte atribuye a la contraria, han convertido la planta en un arma nuclear sucia que aterroriza a la población ucrania y amenaza al conjunto de Europa, tal como ha documentado la misión del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA), encabezada por su director, el diplomático argentino Rafael Grossi, que ha visitado Zaporiyia y ha dejado allí un retén de dos funcionarios internacionales. El riesgo de un accidente como el de Fukushima, con mayor alcance territorial y dimensión global, se halla entre las eventualidades reconocidas.
El informe de la Agencia al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, redactado con prudencia para no excitar a Moscú, demanda el cese de los ataques y bombardeos por las dos partes, sugiere la retirada rusa de la planta y el compromiso ucranio respecto a la desmilitarización de su entorno. También defiende la gestión y el control de la central por parte de la plantilla ucrania de casi mil personas y rechaza la interferencia de los agentes rusos de Rosatom, la institución estatal de energía nuclear. De la inspección se deduce que actualmente no está asegurada la integridad física de las instalaciones. Tampoco se halla garantizado el funcionamiento permanente de todos los sistemas y equipos de seguridad, con una plantilla reducida y sometida a una enorme tensión y a la presión militar rusa.
Una fuga nuclear o una afectación del reactor por un fallo de refrigeración son los escenarios más cercanos al accidente a los que actualmente ya se ha aproximado Zaporiyia. Una de las plantas donde se hallan los depósitos ha sido bombardeada y el pasado agosto quedó paralizado el suministro eléctrico producido por los dos reactores en funcionamiento. Aun así, Moscú ya ha avanzado su negativa a desmilitarizar la central y su perímetro porque significa la devolución del botín de guerra a su legítimo propietario, pero es la única fórmula que garantiza la seguridad de todos, también de los rusos, que sufrirían entre los primeros los efectos de una catástrofe.
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