Una nueva oportunidad para Chile
El presidente Gabriel Boric tendrá que procurar que se cumpla con la voluntad de cambio expresada hace dos años, pero sabiendo leer bien los motivos y aspiraciones que no se vieron satisfechos el domingo
Gabriel Boric ya había adelantado días atrás que, con independencia del resultado del plebiscito del domingo, propondría una hoja de ruta compartida con todo el arco político: una iniciativa de unidad nacional que sirviera para implementar la nueva Ley Fundamental o bien para relanzar el proceso constituyente. La noche del domingo, después de la clara victoria del rechazo al nuevo texto constitucional propuesto, el presidente reafirmó esta voluntad y convocó a los distintos actores a dar los siguientes pasos de manera conjunta. En su discurso, Boric apeló al diálogo, a que se procuren conservar los acuerdos transversales existentes en materia de avances de derechos. El resultado de la consulta es también un mensaje al Gobierno y Boric acusó el recibo adelantando que realizará ajustes.
Hasta antes de la jornada electoral, la gran mayoría de los actores políticos se mostraba partidaria del acuerdo para la gestión del día después. El domingo mismo, antes de que se conociese el resultado, un grupo de importantes alcaldes de distintas posiciones políticas hacía público un manifiesto que llamaba al acuerdo para los siguientes pasos. Ahora bien, no se puede descartar que a partir de ahora aparezcan algunas nuevas posiciones que tensen estas voluntades una vez conocido el resultado. La magnitud de la distancia, más de 20 puntos porcentuales de diferencia, será condición de estas. Durante la campaña, la mayor parte de la derecha, incluidos algunos de sus miembros ideológicamente más conservadores, se cuidaron de parecer defensores de lo existente, sin embargo, no aclararon nunca cuál sería la alternativa en caso de que triunfara su opción. No precisaban cuál era el plan B, pero hablaban de que Chile necesitaba una Constitución que les gustase a todos, absolutamente a todos los chilenos. Por estas cosas es que algunos observadores sostenían que una victoria del Rechazo generaría más incertidumbre. El interés y la competencia por ser quien interprete y represente el casi 62% que votó por esta opción serán más que una tentación para varios.
El bloque político del Rechazo fue heterogéneo y no solo contó entre sus defensores con fuerzas y dirigentes de derecha o ultraderecha. Esta opción sumó entre sus filas a algunas figuras de centroizquierda —la gran mayoría habían quedado excluidas de lugares relevantes en las coaliciones oficialistas— o a sectores de izquierda de tradición libertaria. Sin embargo, el peso y el protagonismo en este lado de la cancha recayó sin duda en las coaliciones de la derecha —sus voceros, desde exconvencionales hasta diputados coparon los debates— y son ellos los principales destinatarios del mensaje del presidente ayer. También son ellos los que tendrán incentivos políticos para tensar, y probablemente con dureza, las fronteras del futuro acuerdo porque saben que una Constitución marca la cancha de lo que es posible hacer durante mucho tiempo.
Las coaliciones que conforman el oficialismo tampoco permanecerán ajenas a los ecos políticos del resultado; los cambios en el Ejecutivo los siguientes días moverán unos equilibrios que aún eran inestables durante estos primeros meses de gobierno. El presidente tendrá que atender distintos frentes a la vez para poder crear una oportunidad que cumpla con la voluntad de cambio expresada hace dos años —las urnas que acabaron con la Constitución pinochetista— pero que también sepa leer bien los motivos y aspiraciones que no se vieron satisfechos el domingo. Pero tanto o más importante que la voluntad de diálogo es el tiempo; la combinación inteligente entre estos dos es la mejor respuesta ante los cálculos políticos y partidistas que irán apareciendo mientras más se demore el reloj de la nueva oportunidad.
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