Tras el verano
Después de esta época extrema, como ha ocurrido con la pandemia, no nos vamos a hacer mejores ni nos mostraremos más unidos

El chiste ya es un clásico. Fui al médico para dejar de fumar y me recetó unas pastillas que me quitan las ganas del tabaco. Funcionó. Ahora fumo sin ganas. Esta es la certeza que nos invade tras atravesar el que dicen ha sido uno de los veranos más extremos, secos y criminales en décadas. Lo primero es entender la controversia. El clima es ideología y, por tanto, si tal verano como este evidencia el problema general de explotación de recursos, nos encontramos ante un veraneante de izquierdas. Si, en cambio, el verano ha sido malo, pero qué le vamos a hacer, junio, julio y agosto son así, nos encontramos ante un veraneante de derechas. Los ahogados en la playa son de izquierdas o de derechas con solo saber si su muerte se ha producido por causa de la falta de personal de protección y regulación de avisos de peligro o por hacer uso de la libertad para bañarse en cualquier condición y momento. El funesto fuego que ha quemado la sierra de la Culebra demuestra que las soflamas patrióticas no apagan los incendios. Pero si han sido otras regiones las víctimas de las llamas, será porque sus gobernantes no entienden el campo, no viven la tradición con ahínco y no participan del placer de la montería. Así que detrás este verano, como ha ocurrido con la pandemia, no nos vamos a hacer mejores ni nos mostraremos más unidos; sencillamente contaremos las semanas hasta las próximas vacaciones.
Se veía claramente en un reportaje reciente. Hay que apuntar que el periodismo de encuesta sale triunfante del verano. No hay noticiario en el que ante cualquier asunto no se saquen los micrófonos a la calle y se pregunte al azar. Hay opiniones para todos los gustos. Incluido en asuntos científicos o en el relato climático. Y hasta en algo tan serio como la economía, pues la inflación y las criptomonedas son opinables, qué duda cabe. Convertir el periodismo en una cena de Navidad entre cuñados es amar la trifulca más que el análisis. Quizá por todo ello una ley tan necesaria y racional como la del sí es sí al consentimiento sexual ha levantado controversia. Hay un empeño brutal en que nada tenga peso, porque de este modo nos podemos saltar hasta la ley de la gravedad. En el reportaje se preguntaba por las consecuencias de haber atravesado un verano tan caluroso y seco, con las reservas de agua en mínimos y el precio de la energía en máximos, y la conclusión era que para el año próximo algo se hacía ineludible: ponerse aire acondicionado en casa. Vamos, fumar sin ganas, como decía el chiste.
No es hora de soluciones, sino de parches. No vamos a tomar ninguna opción que nos comprometa. Si la energía se ha encarecido no vamos a reducir el consumo, porque ese esfuerzo nos puede limitar el crecimiento. Se admite cambiar el modelo de coche, pero no renunciar a él. Igual que nos pasábamos a fumar light, sin renunciar al tabaco. Y queremos camisa barata, pero sin esclavo en taller de costura. El ser humano es un genio de la adaptación, pero no está dotado para la resolución, salvo si es violenta e irracional. Por eso, cuando descubre que se ha equivocado, lo primero que responde es: pues, ¿sabes qué te digo?, que lo volvería a hacer. Nos van los pulsos, porque a testarudos no nos puede ganar nadie. De ahí que nuestra más alta forma de raciocinio sea el cabezazo. Por lo tanto, a este verano le seguirá el siguiente. Vayan preparando las avionetas de agua.
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