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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acelerar el pacto migratorio

La convergencia de diversas crisis simultáneas obliga a la UE a agilizar su política sobre inmigración irregular

Rescate de una patera a 35 millas de cabo de Gata, Almería, el viernes.
Rescate de una patera a 35 millas de cabo de Gata, Almería, el viernes.SALVAMENTO MARÍTIMO (Europa Press)
El País

Europa corre el riesgo de tener que afrontar una nueva oleada migratoria sin haber aprendido de la crisis provocada por la guerra de Siria en 2015, con la llegada de más de un millón de refugiados en apenas unos meses, ni haber establecido mecanismos de gestión eficaz para evitar que el incremento de las llegadas irregulares pueda desestabilizar de nuevo a la Unión Europea. Las grietas de aquella crisis no se han sellado ni se ha resuelto el mecanismo para encarar una situación similar. Un cúmulo de circunstancias adversas está provocando ya un incremento de la inmigración irregular, en la que se mezclan desplazados con derecho a asilo y migrantes económicos.

Sin contar los más de seis millones de personas desplazadas a Europa por la invasión de Ucrania, que se benefician de un sistema especial de acogida, la cifra de llegadas registrada por Frontex, la agencia europea de control de fronteras, en los siete primeros meses del año son las más altas desde 2016. Excepto la ruta marítima del Mediterráneo occidental por el Estrecho, todas las demás registran importantes aumentos. Por la ruta terrestre de los Balcanes han llegado más de 70.000 personas, el triple que en 2021, y de las rutas marítimas, la más importante sigue siendo la del Mediterráneo central, con 42.000 migrantes, un 44% más. Por su parte, la ruta oriental, con 22.000 entradas, ha crecido un 133%, mientras el descenso de las llegadas a la España peninsular desde el norte de África tras el acuerdo con Marruecos se compensa con un aumento del 25% de las llegadas a Canarias, donde a final de año se superarán los 22.000 migrantes del año pasado.

En cifras absolutas, la situación es aún manejable, pero lo que cuenta es la progresión. Todas las previsiones indican que los factores que inciden en ella tenderán a agravarse. A la crisis alimentaria que golpea a numerosos países africanos por la sequía y otras manifestaciones extremas del clima se suma la irregularidad de los suministros de grano de Rusia y Ucrania a causa de la guerra. La escasez de agua y alimentos puede provocar desplazamientos masivos de población. A ello hay que añadir los efectos de la crisis energética, la inestabilidad que genera el islamismo radical y el recrudecimiento de los conflictos bélicos en países como Sudán del Sur, Etiopía, Chad o Libia. Este cúmulo de crisis puede tener su primer efecto dominó en Italia, donde se espera que a final de año se superen las 80.000 llegadas irregulares. La utilización política del fenómeno migratorio por parte de la extrema derecha en la campaña electoral en marcha puede decantar el resultado hacia un Gobierno de derechas mucho más comprensivo con los intereses de Rusia, que no deja de intervenir en las crisis mencionadas para desestabilizar a Europa.

Aunque recientemente la UE ha dado pasos importantes para sellar el pacto de asilo y migración alcanzado en 2020, la concreción de los nueve proyectos legislativos que deben darle viabilidad está siendo mucho más lenta de lo deseable. El acuerdo alcanzado en junio por los ministros de Interior sobre el mecanismo de solidaridad para el reparto de refugiados parece estancado. Con respecto al fracasado planteamiento anterior, basado en el reparto obligatorio, el nuevo tiene la ventaja de que permite adherirse de diferentes formas, acogiendo refugiados o contribuyendo económicamente. Falta también desarrollar toda la parte de la migración económica y los mecanismos de devolución de quienes no tengan derecho a asilo. Sería una temeridad dejar que estalle una nueva crisis migratoria sin haber previsto los distintos escenarios y haberse anticipado a ellos.

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