_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Todo según lo previsto

La fuerza militar es la única carta que le queda a Putin para mantener la ficción de que Rusia es todavía una superpotencia

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, asiste a un desfile con motivo del Día de la Marina en San Petersburgo, Rusia, pasado 31 de julio.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, asiste a un desfile con motivo del Día de la Marina en San Petersburgo, Rusia, pasado 31 de julio.MAXIM SHEMETOV (REUTERS)
Lluís Bassets

Imperturbable Vladímir Putin. De derrota en derrota, nada le desvía de su propósito. No pudo derrocar a Zelenski en su guerra relámpago. Tampoco recuperar entero el Donbás. Lleva ya medio año atascado, pronto en el barro y la nieve, pero nada parece afectarle. Si se hace difícil pensar que Ucrania recupere el territorio perdido desde 2014, más difícil todavía se antoja la conquista y anexión de Ucrania por Rusia como era su propósito.

No, Putin no podrá doblegar la voluntad de Ucrania, pero tampoco Ucrania conseguirá que Putin dé su brazo a torcer. Está excluida su derrota total, tal como la sufrieron la Alemania de Hitler y el Japón imperial. Rusia no reúne ni de lejos las condiciones para tal revés, una ocupación y un cambio de régimen como el que impusieron los aliados a alemanes y japoneses. Solo su caída podría dar la victoria a Ucrania. Como con el zar en 1917 o el káiser en 1918, derrota y cambio de régimen forman buena pareja.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Porque Putin lo sabe, su guerra está mutando. De guerra convencional en solitario contra Ucrania, a guerra globalizada contra Washington. Puede que en la guerra pequeña se haya llegado al punto crítico, cuando el ataque pierde impulso, tal como indican numerosas señales, como son los contraataques ucranios en Crimea e incluso en territorio ruso. Pero en la guerra grande el momento lo marcarán la energía, los alimentos, la inflación y, al final, el apoyo de los ciudadanos con sus votos a los gobiernos ahora aliados de Kiev.

El invierno será la estación propicia. Si Putin encuentra resistencias internas. Si la ayuda militar reforzada a Ucrania le permite recuperar algo del territorio perdido. Si Italia no cambia de bando. Si el republicanismo trumpista no gana las elecciones de mitad de mandato. Si Xi Jinping tropieza en su ascenso hacia la presidencia vitalicia. Quizás entonces se abra una ventana para la negociación y la paz. Todo según lo previsto por el estratega del Kremlin, que persistirá en el solitario objetivo de su presidencia sinfín: hacer valer lo único que tiene para seguir jugando en el tablero mundial como si Rusia fuera todavía la superpotencia que ya no es. Y esto es el uso brutal de la fuerza militar bajo una voluntad política dispuesta a sacrificarlo todo, excepto el poder personal.

Pocos son capaces de jugar a esta sola carta. China, que también la tiene y está dispuesta a jugarla en Taiwán, tiene otras mejores que no quiere perder en un mal envite iniciado por su vecino y sin embargo amigo. Irán la tiene y ya la ha jugado en clave menor, como corresponde a su tamaño. Para que Ucrania venza primero en las trincheras, Washington y Bruselas deben vencer también en los campos de la energía, la economía, la democracia y la diplomacia internacional, es decir, en las alianzas. Contando con que Putin seguirá diciendo que todo transcurre según lo previsto, en pos de su orden mundial organizado bajo la ley de la fuerza.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_