Emilio Ontiveros, economista excepcional
Profesor que no deja de investigar y enseñar, máximo responsable de una empresa, divulgador en centenares de plazas y foros: todo lo hizo muy bien
Escribo estas líneas cuando comienzan a alejarse las largas horas compartidas con familiares y amigos ante el féretro que encerraba el cuerpo ya inanimado de Emilio Ontiveros. Van pasando los días desde que, al comienzo de la primera tarde de este mes de agosto, nos sobresaltara esa muerte inesperada. Escribo, pues, sin la pulsión emotiva que pudo provocar la inmediatez; todavía el duelo en lo más hondo, sí, pero ya con suficiente distancia para cierta objetivación. Con el propósito de añadir mi testimonio sobre una ejecutoria ciertamente excepcional.
No es un giro retórico. “El que es bueno en todo, no es muy bueno en nada”: es un axioma en el mundo del atletismo, avalado por la práctica con muy pocas excepciones, que también puede aplicarse al ámbito de cualquier profesión. Al de los economistas, por ejemplo. De ahí la singularidad de la trayectoria profesional de Emilio Ontiveros: muy bueno en todo. Lo ha sido en tanto que estudioso y profesor: comenzó especializándose en economía financiera y poco a poco fue dominando extensiones más vastas del análisis económico (“hácese uno primero señor de las materias, y después entra y sale con despejo”, dice Gracián); en él no era ninguna impostura firmar, desde hace años, como “catedrático de Economía”, de economía a secas, un título en su caso plenamente justificado. Extraordinario ha sido igualmente su talento y su iniciativa como empresario, gestando, primero, y gestionando después esa exitosa empresa de consultoría que es Analistas Financieros Internacionales, con excelente predicamento en todo el sector; talento, iniciativa y la necesaria ambición para crecer sin perder calidad, consiguiendo hacer una gran empresa de lo que pudo haberse quedado, sin ese plus, en una boutique prestigiosa, pero con limitado radio de acción. Singulares por extraordinarias han sido, en tercer lugar, sus dotes para la divulgación; para la divulgación exigente y a la vez eficaz, trasmitiendo convicción y autoridad sin perder cercanía, haciendo fácilmente inteligible lo que entrañaba no pocas veces complejidad explicativa. Un prodigio. Que además se prodigaba con una enorme generosidad en múltiples tribunas, plazas y foros, y en todos los formatos de la comunicación oral o escrita: los lectores de EL PAÍS tienen muchas pruebas de ello.
Profesor que no deja de investigar y enseñar, máximo responsable de una empresa, divulgador en centenares de plazas y foros: todo lo ha hecho muy bien Emilio Ontiveros. Al modo de los más grandes maestros, no ha separado su trabajo de su vida. Sabiendo que la plenitud de esta supone compromiso con un tiempo y un país: así lo revela una trayectoria que comienza en temprana militancia antifranquista y continuará en firme y mantenida defensa de la democracia avanzada en una sociedad solidaria. Economista total es el título que mejor le cuadraría. Excepcional. Rara avis.
Lo ha sido igualmente como persona y como amigo: doy fe de ello, y mi “serie” abarca 40 años, desde aquel otro verano de 1983 cuando —Rafael Myro mediante— nos conocimos en Santander. Se ha ido, pero su huella permanecerá.
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