El último ataque de Frank Cuesta a una bióloga española
Los seguidores del mítico presentador de un programa de televisión han emprendido una campaña contra una joven que cuestionaba sus polémicos vídeos con animales
Francisco Javier Cuesta Ramos, más conocido como Frank Cuesta, Frank de la Jungla, Wild Frank, animal de las redes sociales para muchos, metomentodo para otros ―tela, telita, tela, en general―, subió el otro día un vídeo a su cuenta de Twitter. Aquí alberga más de 600.000 feligreses. No, él no sigue a nadie: será por la fauna tuitera. En las imágenes aparecen siete avestruces de plumaje negro deambulando por mitad de una selva tailandesa. Algunos de ellos, ojipláticos, mueven sus cuellos de periscopio. Cuesta aparece desde una esquina con sus míticos zuecos Crocs, bermudas beige, camiseta de tirantes blanca y una gorra hacia atrás al más puro estilo Príncipe de Bel-Air. Frena en seco. ¿Qué pasará? Efectivamente, suena el himno de España. Se cuadra con la mano derecha en el pecho. Los avestruces, también, claro, pero sin la mano en el pecho. Una frase cierra el vídeo: “Amar a tu país y respetar su bandera no tiene distinción ni clase”. La vida Cuesta.
Para entender el fenómeno Frank Cuesta basta con leer el reportaje que Alfredo Pascual y Antonio Villarreal elaboraron en El Confidencial hace tres años: “La verdadera historia de Frank de la Jungla donde lo menos salvaje son las serpientes”. Desmenuzan punto por punto la figura de este leonés de 51 años que empezó siendo una promesa del tenis y terminó triunfando en los salones de los hogares españoles gracias a un encontronazo fortuito. Dos reporteros del programa Callejeros Viajeros dieron con él en 2010. Por aquel entonces, Cuesta era un español que trabajaba en Tailandia. Durante la grabación del programa capturó una cobra que se había metido en la casa de un vecino, como quien coge una mosca al vuelo con la mano. El vídeo se propagó tanto que la policía tailandesa le llamaba cada vez que había que capturar alguna pitón pendeja que se entrometía por fregaderos ajenos.
Veamos otro ejemplo de vídeo de Frank de la Jungla hecho a medida de sus seguidores. Desinformación y estafa, todo preparado. #hilo pic.twitter.com/J4X7j49TTO
— Álvaro Díaz ⦿ WildOnNatura 🦉🦘🐶🍁🌏 (@WildOnNatura) July 14, 2022
La cobra catapultó a Frank a la cima con un programa para él solito en España. Junto a un productor y una cámara al hombro se adentraba en bosques, selvas, ríos, lagos, maleza, cuevas, barro. Presentaba animales increíbles. Una vez, una pitón se le agarró al cuello como una bufanda. Dijo que se salvó de milagro por solo tres segundos. La realidad es que el cámara y el productor se la quitaron sin mucho revuelo. Un experto en serpientes lo explicó aún mejor: era, simplemente, una sobreactuación.
Con el paso del tiempo, cambió de cadena y programa, pero afianzó una inmensa masa social a sus espaldas. Hoy cuenta con canales en YouTube y Twitch. Es un telepredicador acorde a los nuevos tiempos. Pero ―siempre hay peros en la selva― cada dos por tres, biólogos y expertos del mundo animal le desmontan sus vídeos en las redes. Un día reveló haber descubierto la rana más pequeña del mundo. Dijo que era un ejemplar único de 6,9 milímetros. Resulta que era una cría de un sapo. Ahora un hilo de Twitter ―pequeñas turras de mensajes cortos para leer en el autobús, Metro, salas de espera, mejor en el baño― alcanzó miles de compartidos. Le desarmaba más vídeos.
Cuesta, sí, ha sido tendencia otra vez. Acaba de subir otro vídeo a YouTube donde critica a una joven bióloga española que también tritura sus historias. “Me tocas los cojones”, le dice el aventurero. “No has hecho nada en la vida […] Haces el payaso […] Saber de animales es convivir con ellos y tú no tienes ni puta idea”. Barrabasadas constantes. La bióloga ha cerrado su cuenta unos días. Los seguidores de Cuesta se han lanzado en tromba para amedrentarla. Ella ha denunciado el vídeo por acoso. Nadie duda del amor de Cuesta por los animales, también de los reales, pero tampoco de que hace tiempo se le ha tragado su personaje sobrepasando todos los límites.
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