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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sueño de San Martín y Bolívar y la profecía papal

Las opiniones del papa Francisco convierten la idea de la integración latinoamericana en una manifestación transversal de profunda carga religiosa

Papa Francisco
El Papa Francisco dirige una misa para la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, el 29 de junio de 2022, en la Basílica de San Pedro.Mondadori Portfolio (Getty Images)

En una larga entrevista, bien sintetizada por Federico Rivas Molina, el papa Francisco aludió al “sueño de San Martín y de Bolívar”. Con el juicio entusiasta que lo caracteriza habló de una “profecía”, de un “sueño” capaz de convertirse en un “encuentro de todo el pueblo latinoamericano más allá de la ideología”, de modo que todas las sociedades implicadas deberían ponerse a “trabajar para lograr la unidad latinoamericana”. Y todo en el marco de los “imperialismos explotadores” que oprimen a América Latina.

Si bien Bergoglio confluye con las religiones laicas de divinización de los libertadores latinoamericanos, sintetizadas por el venezolano Germán Carrera Damas en El culto a Bolívar, sus opiniones convierten un hecho histórico opinable en una manifestación transversal y “transideológica”, de profunda carga religiosa. Y lo hace colocando a la integración en el contexto de la periferia, sesgada en este caso hacia lo decolonial o poscolonial.

Ahora bien, más allá de esta idea, ¿existe un sueño común de San Martín y Bolívar definible como tal, distinto de su anhelo por la independencia de la América española? Y en caso de haberlo, ¿cuál sería? Las palabras de Bergoglio llevan a pensar que la integración o la unidad latinoamericana ha dejado de ser una opción política para convertirse en una empresa no solo teleológica sino también teológica.

Su opinión sobre el carácter profético del sueño sanmartiniano y bolivariano es una cuestión marginal, pero reveladora, de un extenso diálogo, donde el Papa devela su universo ideológico, pleno de nacionalismo y antiliberalismo, en línea con sus raíces peronistas. Volviendo al sueño de los “libertadores”, la primera cuestión es si los dos compartían ideas políticas al margen de su postura sobre la ruptura de los lazos coloniales.

“La entrevista”, o encuentro, realizado entre San Martín y Bolívar el 26 de julio de 1822 en Guayaquil, audiencia de Quito, más allá de la cortina de silencio que sigue ocultando buena parte de lo discutido, ha servido tradicionalmente para mostrar las divergencias entre ambos, tanto sobre la independencia como acerca de su liderazgo. Hace 200 años, los dos máximos “libertadores” de la América española fueron incapaces de coordinar sus proyectos. Y, si no supieron enfrentar conjuntamente la lucha por la emancipación continental, ¿cómo se puede hablar de sueños compartidos?

Pese a todo, Bergoglio retoma la idea de que la “Patria grande” es el mejor camino para avanzar en la integración regional, un proceso definido a priori como profético. Por eso, no se detiene a analizar las causas que convierten a la unificación de América Latina en un proceso de avance complicado, incluso tortuoso. En realidad, cuando San Martín y Bolívar hablaban de la “Patria grande” su modelo era el viejo Imperio español, que había saltado por los aires tras el inicio del proceso independentista.

De un modo u otro sus sueños se vinculaban a la existencia o a la desaparición del Imperio. Ambos soñaban en recuperar la vieja unidad imperial, la unidad hispanoamericana. Pero, Brasil no formaba parte de un imaginario que pertenecía a un mundo diferente y alejado de su cotidianeidad. Por eso, en el sueño de San Martín y Bolívar, la ex colonia lusa solo tenía un papel marginal. Otro caso es que Bolívar intentara, sin éxito, sumarla a la experiencia fallida del Congreso Anfictiónico de Panamá.

La apelación al sueño de Bolívar y su vinculación con la integración latinoamericana no es ninguna originalidad chavista o bolivariana. La idea viene de lejos e intentó ser apropiada tanto por la izquierda como por la derecha. Unos y otros insisten de forma recurrente en una frase de su “Carta de Jamaica” (1815) sacada de contexto.

En ella, según la mayoría de quienes la utilizan como el precedente de la “Patria grande” e incluso presentan a Bolívar como el gran precursor de la integración, dice el caraqueño: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse”.

La conclusión sobre el objetivo de Bolívar, comprometido con la integración regional, es contundente y pasaría por la implementación de una confederación hispanoamericana (el Libertador habla de una sola lengua y no de dos). Sin embargo, la conclusión es parcial, ya que la frase está inconclusa. Después de “formarse” hay un punto y coma y no un punto y aparte, ni siquiera un punto y seguido. Bolívar, consciente de las limitaciones impuestas a su proyecto por el entorno y la coyuntura, señala tajante que: “no es posible [formar un gobierno común] porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América”.

El mundo de Bolívar se limita a la “América antes española”, la patria común de los españoles americanos, una patria que a partir de entonces sería solo de los americanos, despojados ya de todo lo español, elemento esencial de su identidad. Pero, una parte que debía ser amputada y satanizada si se quería proseguir con el objetivo emancipador.

Pese a la existencia de una serie de consecuencias económicas, geográficas y geopolíticas que dificultan la integración regional, ésta se impulsa mayoritariamente en América Latina, desde un extremo y otro del espectro político, desde la convergencia de posiciones ideológicas o políticas afines. Es decir, solo compartiendo un relato común, o ideas políticas similares, se podrá alcanzar la meta tan ansiada. Pero, mientras se mantenga este discurso, mientras se insista en la idea de la “Patria grande” como un valor excluyente o como un valor absoluto en sí mismo, como hace el Papa, su construcción seguirá siendo una profecía que seguirá discurriendo en el terreno de la utopía, es decir una profecía auto incumplida.

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