_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

César, el retorno del escudero de AMLO

Aunque suene utópico, hay que apostar a que de cara al cierre del sexenio, el presidente es consciente de que si él ha de seguir provocando mediáticas tormentas alguien ha de apaciguar el encono

César Yáñez en 2018.
César Yáñez en 2018.Saúl López (Saúl López)
Salvador Camarena

Si alguien le hubiera preguntado este mismo año a César Yáñez con quién estaba, en obvia referencia a su predilección en cuanto a los precandidatos de Morena destapados hace un año por Andrés Manuel López Obrador, él habría tenido una única y pronta respuesta: cómo con quién, pues con el presidente.

Ese es el talante de quien por más de un cuarto de siglo ha caminado junto a AMLO. Estuvo con él cuando muchos le dieron la espalda después del 2006, y está con él cuando tantos se apresuran a tomar partido por alguno de los tres precandidatos presidenciales del tabasqueño. Y esto último a pesar, por supuesto, del maltrato al que fue sometido durante años por su mercurial jefe.

Al finalizar junio de 2022 Yáñez ha sido nombrado subsecretario de Gobernación, y su designación ha provocado más reverberaciones que casi cualquiera de los cambios a nivel ministro que ha realizado López Obrador. Porque más que el cargo, aquí sí como dice AMLO, importa el encargo: y en estas horas la comentocracia se devana los sesos intentando descifrar qué implica la llegada de este lopezobradorista nivel titanium a Bucareli.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

César Yáñez fue otro de los legados de Cuauhtémoc Cárdenas a López Obrador. El tabasqueño, que no es conocido por gestos de agradecimiento, le debe al hijo del general su despegue político y haberle heredado en los noventa a quien por tantos años ha sido un eficiente colaborador.

Porque decir que Yáñez, natural de Colima, fue durante décadas el vocero de Andrés Manuel es quedarse muy corto.

Sí, gestionaba su relación con los periodistas. Sí, hablaba en su nombre. Sí, a diferencia de lo que ocurre ahora, lograba contenerlo en las conferencias para que no matara su propia nota. Sí, reclamaba a cualquier medio una cobertura que considerara injusta o parcial. Todo eso, que cabe en la función de vocería, lo ejecutaba puntualmente César. Pero, sobre todo, en cada diligencia, con discreción y profesionalismo ejercía un capital que pocos pueden presumir: su jefe, el más taimado de los desconfiados políticos mexicanos, depositó en él su confianza.

Por eso su nombramiento como brazo derecho de Adán Augusto López Hernández en Gobernación ha sacudido el panorama político. Porque estamos ante mucho más que el estelar retorno del colaborador pródigo.

Llega a Gobernación un funcionario de formas efectivas en medio de tanto ruido efectista. Un interlocutor morenista que sabe escuchar. Un incondicional del presidente que no se refugia en la arenga barata para evadir las críticas. Un profesional, lo que no es poco decir si hablamos del gabinete de Andrés Manuel.

Con esas credenciales ayudará por partida doble a Adán Augusto. Hasta hace un año Gobernación fue un despacho donde solo contaba Alejandro Encinas, el subsecretario entregado a la agenda de los derechos humanos. Eso no era malo, pero eso no incluía la política.

Con la llegada hace diez meses del exgobernador de Tabasco al palacio de Covián resurgió la función principal de la oficina encargada de la gobernabilidad: por fin el verbo negociar tuvo sentido más allá de Palacio Nacional.

Adán Augusto ahora tendrá un número dos para esa tarea. Encima un número dos conocido y reconocido. Si fue el secretario el que pidió a César, o fue el presidente el que lo envió, el resultado es el mismo: el titular de Segob es hoy más fuerte, por mérito propio y por este fichaje.

Aunque nadie puede darse permiso de caer en la ingenuidad de pensar que AMLO cambiará su pendenciera manera de llevar la mañanera, sí cabe abrigar la expectativa de que este nombramiento representa, antes que nada, una nueva oportunidad para la política.

De cuajar, esa esperanza traería dividendos. Si el gobierno matiza el letargo polarizador, si explota para beneficio gubernamental las habilidades de Yáñez, pronto podríamos aplicar aquello que reza que más que fijarnos (y obsesionarnos) en lo que YSQ dice, hay que atender lo que a pesar de la mañanera el gobierno hace.

Por ese camino, sin duda, crecería el margen de maniobra del presidente, y crecería, igualmente, la proyección rumbo al 2024 de Adán Augusto.

La mera llegada de César Yáñez a la Segob constituye una señal de lo mucho que Andrés Manuel procura a su paisano López Hernández. Es también, para decirlo con todas sus letras, un calambre para Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, los otros dos precandidatos, que atestiguan cómo el mandatario autoriza refuerzos de lujo para su contendiente. Pero ahora el símbolo tendrá que traducirse en resultados.

El país está enervado. López Obrador padece el triunfo de su campaña de polarización. Los incondicionales del presidente llegan a la demencia de trivializar al nazismo con tal de justificar los despropósitos de la mañanera. En la acera de enfrente brilla por su ausencia alguien que aporte dignidad al debate. Y todo eso mientras a la ciudadanía la acechan graves y cotidianos hechos delincuenciales, y una inestable economía.

Gobernación tiene la encomienda sustancial de abonar la gobernabilidad. Aunque suene utópico en esta administración, hay que apostar a que de cara al cierre del sexenio el presidente es consciente de que si él ha de seguir provocando mediáticas tormentas alguien por otro lado ha de desactivar las crisis y apaciguar el encono.

Si César Yáñez buscó por años una oportunidad para aportar al movimiento de su líder, ésta le llega en un crucial momento. Él milita en una sola causa. Rumbo al final del partido López Obrador ha sacado a un relevista de lujo. El eventual éxito de Yáñez apuntalará tres carreras: la de su jefe de siempre, la suya… y la del próximo presidente o presidenta.

Porque más allá de que las posibilidades de Adán Augusto florecen con la llegada de César a Gobernación, al final Yáñez hará, como desde mediados de los noventa, lo que convenga a Andrés Manuel, incluso a pesar del propio presidente.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_