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Columna
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Droga

Tomaré cápsulas de cannabis para curarme del puritanismo

Un cliente exhibe el cannabis comprado en una farmacia.
Un cliente exhibe el cannabis comprado en una farmacia.Matilde Campodonico
Fernando Savater

Esta mañana he comprado cannabis en la farmacia. ¡Me encanta cómo suena esa frase! Cannabis sativa, es decir, aceite de semillas de cáñamo 100% puro, en cómodas cápsulas manufacturadas por una marca conocida. La sustancia ayer prohibida y perseguida, hoy aún ilegal en algunos de sus avatares, adquirida de la forma más sencilla, como una aspirina o un omeprazol. Para uso terapéutico solamente, claro está: nada de buscar divertirse, eso es pecado o sea malo para la salud, que es la forma de decir pecado en jerga contemporánea. Después de haberla fumado tanto por vicio (sin resultados demasiado grandiosos, la verdad, a mí lo que me va es el whisky) ahora llega la yerba legal para curarme algo. ¿Qué? Pues la verdad aún no lo he pensado. Una amiga que me cura de casi todo con solo tocarme me recomendó el jugo de cannabis para aliviar mis dolores artrósicos. No dudo de su eficacia para este menester sanador, pero lo cierto es que he comprado mi bote de cápsulas sin objetivo específico. Por darme el gustazo, nada más, como un brindis a los viejos tiempos clandestinos...

Por cierto que todo lo que injerimos (sea un copazo de algo fuerte, el humo que fumamos entre protestas inquisitoriales, la fabada asturiana o la ración de patatas bravas, el jugo indecente de cuyo origen no debo hablar, etc.) pretende curarnos de algo. El hambre, la sed, el agobio de lo finito, los dolores existenciales o la simple jaqueca... ¿Acaso alguien puede decir de qué es lícito sanarse y de que no?. Quien bien nos quiere aconseja, pero nunca prohíbe. Los que solo disfrutan manipulando nos lo prohíben todo por nuestro bien, incluso por nuestra dignidad, los más hipócritas. Yo tomaré cápsulas de cannabis para curarme del puritanismo.

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