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Columna
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España vista de lejos

Crece la brecha entre la visión de España desde la política interna y la del exterior. La acogida a Pedro Sánchez y a una élite empresarial y ministerial española en Davos es un síntoma

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, pronuncia su discurso durante el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, el pasado 24 de mayo.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, pronuncia su discurso durante el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, el pasado 24 de mayo.Markus Schreiber (AP)
Xavier Vidal-Folch

Crece la brecha entre la visión de España desde la política interna y la del exterior. La acogida a Pedro Sánchez y a una élite empresarial y ministerial española en Davos es un síntoma. “¿Cuál es la receta del éxito del reinicio de la economía española?”, le preguntó el titular del Foro Económico Mundial, el liberal-conservador Børge Brende.

Aquí, algunos ironizaron. Para ello debieron olvidar que Mariano Rajoy declinó acudir a Davos en siete ocasiones: no sabía inglés. Y obviaron el argumento de Brende: “El paro está bajando, crecen las inversiones y también ha habido nuevas reformas. Muchos economistas dicen que no se pueden hacer reformas laborales de pensiones y que haya crecimiento. Ustedes lo han conseguido. ¿Pueden otros países aprender de su ejemplo?”.

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El español se multiplicó: protagonizó un plenario en la sala principal; participó en tres paneles (energía, orden mundial, futuro europeo); se reunió con multinacionales y fondos soberanos. Y sobre todo, mantuvo una sesión de trabajo y seducción con cuatro grandes multinacionales de los semiconductores. Para explicarles e invitarles el proyecto estratégico de los microchips, que en ese momento aprobaba el Gobierno en España, dotado con 12.000 millones de euros públicos.

Ese PERTE concita el récord de dinero, plasma el afán de atrapar el nuevo tren tecnológico, y anticipa nuevas técnicas de gestión: lo comisionará un Silicon Valley-boy universal, el empresario privado y ejecutivo catalán Jaume Martorell. La sincronización entre aprobarlo y presentarlo fue un inédito golpe mediático en la historia del foro de la montaña mágica suiza.

Davos es solo un hito. La acogida y el respeto a la representación oficial del país y su economía se hace frecuente. “País líder en energía limpia... pionero de los fondos NGEU... defensor de todos los pasos más recientes en favor de la integración de Europa... motor de nuestra Unión, España está hoy en el corazón de Europa”, proclamó el 6 de mayo en Barcelona la presidenta de la Comisión, la conservadora Ursula von der Leyen. Y concretó: “habéis estado entre los más golpeados por la pandemia y sin embargo vuestra recuperación tiene bases sólidas”.

En Bruselas resuena aún el canciller alemán Olaf Scholz: “Pedro Sánchez ha representado de forma muy exitosa los intereses de su país”. Con António Costa “han garantizado que hay opciones para que Portugal y España puedan actuar”. Esta vez lo decía un socialdemócrata, pero rival de España en el pulso energético. “Han hecho un buen trabajo”, concluyó, el 25 de marzo.

Ahora solo falta un tal Joe Biden.


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