¿Qué pasa si Putin corta el gas?
Las sanciones al petróleo impuestas por la UE proporcionan un incentivo para que Vladímir Putin interrumpa el suministro de gas. ¿Estamos preparados para eso?
Los buenos ajedrecistas calculan los movimientos de los adversarios con varias jugadas de antelación. Cuando los europeos redactamos las sanciones petroleras, nos miramos a nosotros mismos, nos fijamos en cuánto nos perjudica, en las exenciones que podemos acordar para los húngaros y en si los alemanes necesitan un poco más de tiempo. Calculamos los efectos económicos basándonos en el precio actual y los niveles actuales de comercio. Nuestro análisis es estático.
Pero no nos hacemos las preguntas que más importan: ¿cuál será la respuesta de Vladímir Putin? ¿Estamos preparados? ¿Cómo responderemos nosotros una vez que haya respondido él?
Antes, él pensaba que no tenía sentido cortar el suministro de gas a Europa. Tanto como nosotros dependemos de él para el gas, él depende de nosotros para sus ingresos en divisas, especialmente después de que le cortáramos el acceso a las reservas. Pero esta es una visión demasiado estática. Mientras Occidente suministre cantidades ilimitadas de armas a Ucrania, es poco probable que Putin vaya a ganar una guerra convencional contra ella. Un embargo al gas, o la amenaza de un embargo al gas, podría ser su mejor opción. O su única opción.
La amenaza de un embargo al gas podría estar vinculada al suministro de armas a Ucrania. Si Europa, atemorizada por las consecuencias económicas de un corte repentino, cediera ante las exigencias de Putin, él seguiría recibiendo ingresos por el gas, mientras que Ucrania se quedaría sin las armas occidentales necesarias para hacer frente a la ofensiva rusa. Si las entregas de armas continúan y el suministro de gas se interrumpe, la cohesión en la alianza occidental podría fracturarse. El Gobierno alemán se ha mostrado muy reticente en su apoyo a Ucrania. No es nada seguro que la opinión pública alemana esté dispuesta a soportar un invierno frío y una depresión económica por el bien de Ucrania, ni tampoco por el bien de la unidad transatlántica.
De todos los países europeos, Alemania y Austria son los menos preparados. Los cálculos que hemos visto dan a entender que estos países tardarán al menos hasta 2024 en poder prescindir del gas ruso. En realidad, incluso esto es un cálculo optimista basado en pronósticos optimistas sobre el suministro de GNL (gas licuado) y la construcción de infraestructuras. Y no tiene en cuenta el hecho de que la transición energética verde requiere un aumento del consumo absoluto de gas, no solo que el consumo se mantenga en los niveles actuales. Olivier Blanchard y Jean Pisany-Ferry aportan un argumento económico convincente de por qué le interesaría a Putin vender menos gas.
Nuestra demanda de gas es poco elástica. En tiempos normales, los monopolistas fijan precios lo suficientemente altos como para obtener los beneficios propios de un monopolio, pero no tan altos como para que las fuentes alternativas resulten atractivas desde el punto de vista comercial. Con nuestras sanciones hemos cambiado las compensaciones. Ya hemos dejado claro que queremos acabar con nuestra dependencia del gas ruso. Por tanto, Putin no se enfrenta a ninguna compensación a largo plazo si sube los precios ahora. Para él se ha vuelto racional crear una escasez de suministro. Como señalan Blanchard y Pisany-Ferry, en una guerra, el dinero de hoy vale mucho más que el de mañana.
El petróleo es diferente al gas. El petróleo no vendido se puede almacenar. Pero no se puede hacer un agujero en el suelo y guardar el gas en él, para extraerlo después. La pérdida de volumen de ventas de petróleo podría compensarse con creces con la subida de los precios del petróleo. El efecto perverso de las sanciones al petróleo impuestas a Putin es que podrían acabar aumentando sus ingresos por la venta del mismo, y eso podría animarle a imponer sanciones al gas. Por eso, las sanciones al petróleo aisladas impuestas por la UE resultan menos impresionantes cuando tenemos en cuenta el panorama general.
Entonces, ¿qué pasa si Putin impone un embargo al gas? La consecuencia a corto plazo sería la estanflación y Alemania posiblemente sufriría una depresión. También hay consecuencias estructurales a largo plazo, que serían mucho más importantes que una recesión. Por ejemplo, para Alemania ya no tendría sentido fabricar productos químicos a granel. Muchas plantas de producción tendrían que cerrar. La economía germana no es especialmente flexible. El cambio de recursos tardará en completarse, mucho más de lo que tardaría en Estados Unidos, por ejemplo.
En el resto de Europa, los déficits fiscales se dispararían. Las crisis de deuda soberana regresarían a los países con sistemas fiscales débiles. La inestabilidad financiera y las rigideces estructurales son nuestros puntos más vulnerables.
Es probable que Putin y su equipo económico estén centrados en otras cosas ahora mismo. Pero no me sorprendería que acabaran planteándose las sanciones al gas en algún momento, porque tienen sentido desde el punto de vista estratégico y porque es lo único que tienen.
Así que yo no paro de preguntarme: ¿nos lo hemos pensado bien?
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