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El Bundesbank alerta de que un embargo a la energía rusa sumiría a Alemania en una recesión

El banco central asegura que la interrupción repentina del gas podría recortar la producción económica en un 2% respecto al año pasado

Elena G. Sevillano
Alemania energia Rusia
Activistas por el clima protestan este viernes ontra Alemania por su negativa a prohibir la importación de hidrocarburos rusos frente a la embajada alemana en Bruselas.JOHANNA GERON (REUTERS)

“Centenares de miles de puestos de trabajo estarían en peligro”. “Nuestro país y toda Europa se hundirían en una recesión”. El canciller alemán, Olaf Scholz, justificó así hace justo un mes su negativa a cortar de forma inmediata el grifo del gas ruso. Sus palabras, pronunciadas en el Parlamento alemán, resuenan hoy otra vez en Berlín después de que el Bundesbank haya alertado de lo mismo en su último informe mensual, publicado este viernes. Un embargo a las importaciones de energía rusas supondría una reducción del producto interior bruto (PIB) alemán del 5% respecto a las proyecciones que hizo en marzo el Banco Central Europeo y un 2% respecto al PIB del año anterior y sumiría al país en una recesión.

El informe del banco central llega en un momento crítico para el Gobierno de coalición de Olaf Scholz, que se enfrenta a una creciente presión para que prohíba las importaciones del gas ruso. Activistas climáticos protestaron este viernes frente a la embajada alemana en Bruselas contra la negativa de Berlín a cortar el grifo del gas. Políticos y académicos llevan semanas debatiendo qué consecuencias tendría el embargo para la economía alemana y cómo de preparada está para seguir funcionando sin los hidrocarburos que controla el Kremlin. Berlín es uno de los mayores consumidores europeos del gas ruso, con el que alimenta el poderoso sector industrial, base de su potencia exportadora.

El miedo a un descalabro económico como el que ahora plantea el Bundesbank ha hecho que Alemania, junto a Austria y Hungría, haya sido uno de los países contrarios a incluir el embargo energético en los sucesivos paquetes sancionadores que ha ido aprobando Bruselas. En el último, el quinto, decidido tras conocerse las atrocidades cometidas por el Ejército ruso en la ciudad ucrania de Bucha, Berlín cedió a un embargo al carbón ruso. Se da por hecho que seguirán el del petróleo y el del gas, pero no será inmediato. Alemania necesita tiempo para sacudirse la dependencia energética de Rusia, que durante tantos años privilegiaron sus cancilleres.

El calendario que maneja Berlín, anunciado antes de acordarse el quinto paquete de sanciones, es el siguiente: el país podría prescindir del carbón en verano; del petróleo a finales de año, y del gas a mediados de 2024. Así lo anunció el ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck. Cortar el grifo antes, ahora, tendría consecuencias catastróficas, como señala el informe del Bundesbank. La estimación de sus expertos es más pesimista que la de otros institutos económicos y universidades. El mes pasado nueve economistas de varias universidades publicaron un informe en el que califican de “manejables” los efectos económicos del embargo. En su cálculo, el PIB se contraería entre un 0,5% y un 3%. En 2020 el PIB alemán cayó un 4,5% a causa de la pandemia.

La publicación aumentó la presión sobre Scholz, que respondió acusando a los economistas en la televisión pública de “irresponsabilidad” por elaborar unos modelos matemáticos “que luego no funcionan”. Los expertos de la Cancillería no están de acuerdo con que las consecuencias del embargo inmediato sean “asumibles”, como tampoco lo está la industria. Distintas asociaciones han alertado de “pérdidas masivas de puestos de trabajo” si el gas ruso dejara de fluir hacia el sector metalúrgico, el químico o el siderúrgico. Algunos expertos han alertado también de que el cierre de algunos sectores, como el químico, afectaría a la producción de otros materiales básicos en Alemania porque las cadenas de producción están estrechamente conectadas.

El informe del Bundesbank apunta a otro problema que preocupa especialmente en Alemania: el incremento de los precios. El país ha pulverizado su récord de inflación desde la reunificación, al situarse en marzo en el 7,3%. De producirse un corte súbito de la energía rusa, la inflación se dispararía otro punto y medio porcentual este año, aumentando los riesgos de la temida estanflación —una economía estancada mientras los precios se mantienen al alza—. El análisis del banco central asegura que el impacto del 5% en el crecimiento empujaría a la economía a una grave recesión, ya que el PIB general se reduciría en un 2%.

Una interrupción abrupta de la energía rusa limitaría “considerablemente” la producción nacional, aseguran los expertos del Bundesbank. Los sectores afectados tendrían que reducir el uso de gas natural, carbón y petróleo un 40% entre el segundo trimestre de 2022 y finales de año. Bajo las condiciones del análisis, “no hay opciones de sustitución de los combustibles fósiles en el año en curso”, señala el informe.

El embargo, por tanto, se traduciría no solo en un aumento de los precios, sino también en un racionamiento energético para el que el Gobierno de Scholz ya se está preparando. El mes pasado, el ministro de Economía dio los primeros pasos formales para activar su ley de emergencia, que prevé que la industria dejará de recibir gas en caso de que el suministro no cubra la demanda. Los hogares de los 83 millones de alemanes tendrían preferencia a la hora de usar las calefacciones y el agua caliente. La activación de la fase de alerta se produjo después de que Vladímir Putin amenazara con un corte de suministro si Europa no cedía al pago en rublos de la energía.

En la simulación que hace el Bundesbank, los consumidores industriales no podrían reemplazar el gas ruso con otras fuentes de energía durante tres trimestres seguidos, lo que provocaría un parón de graves consecuencias.

También el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha alertado este viernes, en su informe regional de previsiones, de que “el riesgo más preocupante es una interrupción repentina de los flujos de energía de Rusia, que conduciría a pérdidas de producción significativas”. El impacto sería especialmente fuerte en Europa central y del Este, según el organismo. Alfred Kammer, director del departamento europeo del FMI, asegura en una entrevista que “poniéndonos en lo peor, si el shock fuera global, podría suponer una reducción del PIB europeo del 3%”.

Alemania trabaja intensamente para reducir su dependencia de los hidrocarburos rusos. Antes de la invasión de Ucrania, el 55% del gas que importaba procedía de Rusia; en unas semanas ha conseguido reducir el porcentaje al 40%. Los planes para construir centrales de regasificación —Alemania carece de estas instalaciones necesarias para importar gas natural licuado— se han acelerado y el Gobierno prepara varios cambios legislativos para impulsar las energías renovables. Pero como aseguró Scholz ante el Bundestag, prescindir de la energía rusa de la noche a la mañana es imposible. O posible, pero a costa de pagar un alto precio en forma de recesión e inflación.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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