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columna
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Negociar con Putin

El Kremlin exige a los ucranios lo que los ucranios no deben ni pueden ceder, a riesgo de dejar de ser ucranios y de tener un país

Vladimir Putin
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, durante una reunión por videoconferencia.MIKHAIL KLIMENTYEV (AFP)
Lluís Bassets

Hay poco que negociar con alguien así. Miente más que parpadea. Su palabra no vale nada. Ni su firma presidencial. Nadie puede fiarse de un acuerdo con el actual señor del Kremlin. Y quienes menos los ucranios, que han experimentado en propia carne los efectos de su pacto de desarme con Rusia: cedieron su entero arsenal nuclear a cambio del reconocimiento de sus fronteras y su integridad territorial, Crimea incluida, y ahora como premio están siendo asesinados en masa y viendo su país destruido.

Putin exige a los ucranios lo que los ucranios no deben ni pueden ceder, a riesgo de dejar de ser ucranios y de tener un país. Podrían ceder Crimea, incluso renunciar a Donbás, admitir que el ruso sea lengua cooficial, desarmarse y olvidarse de la OTAN tal como les exige Putin. Pero si lo hicieran, ¿quién les garantizaría el cumplimiento de tales acuerdos y que Rusia renunciaría a exigir todavía más concesiones?

Putin ya les ha dicho que Ucrania no existe como nación soberana, sino que es un mero apéndice de Rusia. Ha dicho también, no a los ucranios, sino a los europeos, que le ampara un derecho especial sobre Europa. De momento sobre una parte, más tarde quizás toda entera. Es el mismo derecho que amparaba a la Unión Soviética a tutelar a sus países satélites, donde desde 1945 el Ejército Rojo velaba por los resultados electorales favorables y por la obediencia a Moscú de los partidos comunistas, a riesgo de mandarles los tanques como sucedió en 1956 en Hungría y en 1968 en Checoslovaquia. Si Ucrania cede, después será el turno de Polonia y de las repúblicas bálticas y luego de Bulgaria, Rumania, Hungría, Chequia, Eslovaquia…

Hay un remedio para evitarlo: que Kiev reciba una garantía suficientemente sólida de que Moscú se verá obligada a cumplir sus compromisos. La pide Zelenski para olvidarse de la OTAN, pero sabe que es exactamente la que disfrutan los socios de la OTAN que se salieron de la protección imperial moscovita. Enorme paradoja, la única garantía eficaz para ceder sobre la OTAN es la protección de algo equivalente al artículo 5 sobre la defensa mutua de la OTAN.

La negociación con Putin es de suma cero. Como su guerra. Lo que uno gana lo pierde el otro. No está previsto que todos puedan ganar. Pero ni siquiera este es el mayor obstáculo. Una vez ha cruzado el umbral de lo irremediable, el de los crímenes de guerra y probablemente de lesa humanidad e incluso del genocidio, nadie podrá evitar la exigencia de indemnización a las víctimas por sus verdugos ni la persecución de los culpables de crímenes imprescriptibles por parte de la justicia internacional. Una Ucrania soberana podría ceder parte de su territorio, pero en la reparación de las víctimas y en que se imparta justicia nadie puede ceder, ni siquiera los ucranios.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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