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columna
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La balsa de piedra

Al escuchar la comparecencia de Sánchez y Costa tras el Consejo Europeo, me pareció más evidente que nunca la importancia de salvaguardar la unidad de lo ibérico para la mejor defensa de nuestros intereses en Europa

Antonio Costa y Pedro Sánchez
El primer ministro portugués, António Costa, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Bruselas.Efe
Mariola Urrea Corres

Tomo prestado el título para esta columna de una novela de José Saramago. En ella se hablaba de un fenómeno curioso que nadie era capaz de explicar. De pronto, relataba el que fuera Premio Nobel, apareció una grieta en los Pirineos y la península Ibérica comenzó a separarse de Europa hasta desprenderse completamente y vagar sin rumbo claro, como si de una balsa se tratara, por el océano Atlántico. En su momento, la lectura de este libro me impactó, y revisitarlo estos días resulta una propuesta interesante. La novela constituye, claro está, una metáfora inspiradora que invita a reflexionar sobre la identidad ibérica y su (des)conexión con Europa. Les cuento esto porque fue el viernes, al escuchar la comparecencia de Pedro Sánchez y António Costa tras el Consejo Europeo, cuando me pareció más evidente que nunca la importancia de salvaguardar la unidad de lo ibérico para la mejor defensa de nuestros intereses en Europa.

El presidente de España y el primer ministro de Portugal quisieron explicar de manera conjunta un acuerdo muy favorable cuya consecución ha exigido mucha pericia en un esfuerzo político que ha merecido la pena. El fundamento del acuerdo se encuentra precisamente en ese hecho diferencial gráficamente representado bajo la idea de la península como isla (”balsa”) energética. Una realidad que no es precisamente nueva. Se trata, de hecho, de una circunstancia largamente denunciada por insostenible, aunque las circunstancias no hayan facilitado hasta ahora su abordaje. Y ello a pesar de que la política energética de la Unión dice perseguir entre sus objetivos el de fomentar la interconexión de las redes eléctricas como elemento estratégico para garantizar, entre otros, el aseguramiento del abastecimiento. Solo ahora, con una guerra en el continente, surgen los incentivos suficientes para impulsar y financiar esa interconexión eléctrica que uniría de nuevo la Península al continente. No obstante, y hasta que ocurra, España y Portugal tendrán reconocida una cláusula de descuelgue que les permita reducir el precio de la energía desacoplándolo del precio del gas.

El acuerdo conseguido en el Consejo Europeo resulta un logro indiscutible que confirma la importancia que tiene para quien ocupa un puesto de responsabilidad política dentro de un Estado comprender la lógica de funcionamiento del entramado institucional de la Unión Europea. No en vano, describimos nuestros sistemas democráticos como fórmulas de gobierno multinivel donde lo europeo constituye una de las esferas de decisión más relevantes para la defensa de los intereses de un país. No es exagerado señalar, por tanto, que hoy solo resulta posible desempeñar un liderazgo político exitoso en la esfera interna si además de cierta capacidad de influencia en las instituciones europeas se dispone de habilidad para tejer alianzas junto a otros Estados miembros con el propósito de hacer que entiendan tus intereses y estén dispuestos a sumar esfuerzos para garantizar su protección. Parece fácil identificar tales potencialidades entre las virtudes políticas de quien hoy asume la presidencia en el Gobierno de España. ¿Podría decirse lo mismo de la oposición?

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Sobre la firma

Mariola Urrea Corres
Doctora en Derecho, PDD en Economía y Finanzas Sostenibles. Profesora de Derecho Internacional y de la Unión Europea en la Universidad de La Rioja, con experiencia en gestión universitaria. Ha recibido el Premio García Goyena y el Premio Landaburu por trabajos de investigación. Es analista en Hoy por hoy (Cadena SER) y columnista en EL PAÍS.

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