La historia son malas noticias
No hicimos ni haremos lo bastante para ayudar a los ucranios, y es probable que olvidemos que defenderlos es defendernos a nosotros mismos
La mayoría de las veces, la palabra histórico quiere decir lo contrario de lo que significa: designa un acontecimiento de interés momentáneo, básicamente deportivo. Cuando algo es histórico de verdad suele ser mala noticia. Lo es la invasión rusa de Ucrania, el ataque de una cleptocracia imperialista a una democracia.
Desde hace años, numerosos analistas advertían de las intenciones de Vladímir Putin. “Cuando veo el Kremlin, no pienso que es una preciosa arquitectura renacentista de maestros italianos, sino que es el centro del mal en el mundo, donde todo el tiempo, día y noche, se generan planes acerca de cómo se puede reducir mi libertad”, dice el escritor ucranio Yuri Andrujovich. 14.000 personas han muerto desde 2014 en enfrentamientos entre el ejército ucranio y prorrusos apoyados por Moscú. Se decía que las voces de alarma exageraban. Los servicios de inteligencia han acertado esta vez. Pero, incluso con 190.000 soldados rusos movilizados, costaba creer que la invasión fuera a producirse.
Tyler Cowen ha escrito que la invasión prueba la importancia de las ideas. El patrón es clásico: se aplasta a otro país con una excusa falsificada, la lengua y la etnia se emplean para justificar el crimen, que obedece a una visión cargada de paranoia y nostalgia imperial (por mucho que se explique, siempre tendrá defensores que dirán que todo es culpa de Occidente.)
Algunos proponen limitar la soberanía ucrania para generar tranquilidad: según ellos, los ciudadanos deben entender que si tienen la mala suerte de vivir cerca de dictaduras agresivas han de renunciar a sus derechos. Algunos gobiernos afirmaban que era precipitado excluir a Rusia del sistema Swift, mientras las tropas de Putin entraban en Kiev, y Europa pedía más gas a Rusia. La invasión indica que ha habido decisiones de política energética y de defensa equivocadas: esos errores ahora impulsan racionalizaciones para aceptar la ley del más fuerte. Para Edward Luce, la invasión permitirá saber si las democracias son capaces de tomar decisiones difíciles —sacar de nuestros sistemas políticos el dinero y la influencia rusa, como recomienda Anne Applebaum; más energía nuclear; más gasto en defensa—, o si hay demasiados vínculos con la cleptocracia —o aversión de la opinión pública a los costes— para lograrlo. No hicimos ni haremos lo bastante para ayudar a los ucranios, y es probable que olvidemos que defenderlos es defendernos a nosotros mismos. @gascondaniel
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