La leche materna podría ser la reliquia de un mundo secularizado
A pesar las críticas a la Iglesia por el tráfico de reliquias, es posible que el nacimiento de las joyas modernas con leche materna esté revelando que a pesar de los grandes avances de la ciencia el hombre continua necesitando de algo relacionando con el más allá
Crece en el mundo moderno de hoy el mercado de joyas de todo tipo como diamantes sintéticos, pulseras, pendientes o anillos hechos con leche materna o con las cenizas después de una cremación. Hay quien ve en el nacimiento de estas joyas hechas de material humano el resurgir de las antiguas reliquias religiosas, que podrían convertirse en las nuevas reliquias de un mundo laico y secularizado.
El tráfico de reliquias de todo tipo llevado a cabo en la Iglesia Católica durante la Edad Media hasta hoy no puede reducirse a una simple superstición sino en algo que está en lo íntimo de la búsqueda de lo sagrado. Ello condujo a excesos que algunos Papas a veces fomentaron y otros criticaron.
El tema de las reliquias estuvo siempre presente en la Iglesia como forma de poseer una parte del cuerpo de los santos o de objetos por ellos usados lo que, al mismo tiempo, condujo a las historias más peregrinas y alucinantes como el que existan aún hoy en las iglesias y catedrales de diferentes países las mismas reliquias relacionadas con las personas de Jesús y su madre María. Solo en las iglesias de Roma se pueden venerar pajas y madera del pesebre de Jesús recién nacido, la columna de la flagelación, la corona de espinas y varios utensilios usados en la última cena, así como ampollas con la leche de su madre María.
Algunas catedrales famosas del mundo como la de Colonia en Alemania o la de Chartes en Francia fueron construidas para albergar los cuerpos de los Reyes Magos, como es el caso de la primera de estas iglesias, y la túnica de la Virgen María, en la segunda. Existen también esparcidas por el mundo varias reliquias curiosas como el prepucio de Jesús. La que existía en Italia se encontraba en la pequeña ciudad medieval de Calcata a pocos kilómetros de Roma y fue objeto en 1983 de un escándalo mundial porque un día el párroco anunció que la famosa reliquia a la que se atribuían cada año varios milagros “había desaparecido”. Recuerdo que interrogando a las gentes del lugar que estaban enfurecidas me dijeron entonces que la famosa reliquia la había vendido el párroco a unos turistas americanos por 1.000 dólares y que en el relicario había colocado un prepucio falso que ya no hacía milagros.
Una de las reliquias más famosas de la Iglesia fueron, sin embargo, las ampollas llegadas, al parecer de Tierra Santa, conteniendo leche de la Virgen María, que se las pasaban de un rey a otro, lo que llevó a San Bernardino de Siena a ironizar diciendo que “ni que la Virgen fuera una vaca”. Y una de las reliquias en España, un brazo de Santa Teresa de Ávila, fue objeto de críticas porque se encontraba en el dormitorio del dictador, Francisco Franco, y no en una Iglesia
El tema de las reliquias no se limita a la Iglesia Católica. En el Islam se conservan, por ejemplo, pelos de la barba del profeta Maoma y es que el mundo secularizado de hoy y el crecimiento del ateismo, provocado muchas veces por los excesos de la Iglesia, considera el tema de las reliquias como mera devoción de beatos. Y sin embargo, al mismo tiempo, crece el mercado moderno de joyas con leche materna o materiales genéticos de las personas queridas, que evocan la necesidad de una cierta eternización de la vida.
Esa coincidencia del boom de las reliquias laicas de hoy con un mundo cada vez más escéptico de lo sagrado lleva a una reflexión que se hacen los expertos en la historia de las religiones. Reflexión e interrogación sobre si el deseo de eternidad y la necesidad de lo sagrado fuera algo que supera las creencias y llega a la esencia de la necesidad de querer, a todas costas, perpetuar el sentimiento del misterio. De hecho fue esa búsqueda por el misterio y la zozobra ante la muerte lo que creó las primeras religiones como modo de intentar responder a la pregunta que ni la ciencia y tecnología más avanzada de hoy son aún capaces de realizar, como por ejempo si hay o no algo más allá de la muerte.
A pesar de todas las justas críticas hechas a la Iglesia con el tráfico de reliquias de los santos, es posible que el nacimiento de las joyas modernas con leche materna esté revelando que a pesar de los grandes avances de la ciencia y del inicio de la conquista del cosmos el Homo sapiens continua necesitando de algo relacionando con el más allá. Y es que se puede y se debe desmitificar todo lo que de absurdo conllevan ciertas prácticas de las religiones, pero es innegable que tras la muerte de los dioses el ser humano que hoy conocemos, desde el más ilustrado al más analfabeto, sigue colgado en el dilema difícil de descifrar no solo sobre nuestra propia existencia, sino sobre todo lo relacionado con lo que hasta ahora hemos sido aún incapaces de desvelar del misterio de la vida y de la muerte.
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