El arte de esculpir las cenizas de los muertos
Óscar de Julián asegura que la demanda aumenta en la época que se celebra el Día de Todos los Santos
“Tengo el orgullo de decir que soy el primero en la historia del mundo que trabaja con las cenizas de incineración de los difuntos”, señala Óscar de Julián en su taller de Madrid. El colombiano realizó hace 28 años su primera escultura con las cenizas de una persona fallecida y desde entonces ha recibido más de 500 encargos de personas que quieren homenajear a un difunto familiar. En esta época del año, por el día de todos los santos, es cuando más demanda tiene. “A la gente le toca la fibra. Esta misma mañana me han encargado una pieza”, comenta en una tarde de finales de octubre.
Todo comenzó con un episodio dramático. Su hijo, recién nacido, murió en Pereira (Colombia) antes de que el escultor pudiera conocerlo. Cuando fue al cementerio a visitar su tumba, la habían robado. En esa época estudiaba en la Asociación Química de Bogotá el uso de los huesos de vacas para blanquear las pastas de porcelana. “Pensé que si tuviera lo que queda de mi hijo me gustaría conservarlo de una forma bonita”, recuerda sentado en su mesa donde realiza las esculturas. De Julián trabaja con las cenizas de incineración de humanos y animales. Cuando las recibe se encarga de limpiarlas y procede a crear una porcelana de huesos que consigue con la mezcla de varios productos. Asegura que su proceso es único en el mundo y no revela su secreto. Solo su esposa lo sabe.
“No cambio mi profesión por nada del mundo”, exclama. La gente le encarga las figuras y el escultor las crea a gusto del cliente. “Una vez una niña que quería ser bailarina murió en un accidente. Y le creé a Laurita una pequeña en plena danza para que cumpliera su sueño”, ejemplifica mientras señala un recorte de periódico donde aparece la noticia. Un Ferrari y una portería de fútbol han sido de los trabajos más curiosos que le han pedido. En este último año ha realizado alrededor 30 piezas. Los precios varían depende del encargo. Un colgante cuesta alrededor de 400 euros y una figura de un ángel puede llegar a los 3000 euros. “La primera condición que me piden muchos clientes es guardar el anonimato”, aclara de Julián.
Cuando él muera quiere que sus cenizas estén en un jinete que ya tiene moldeado, un león y un torero.“Soy aficionado taurino”, aclara. Siempre junto a las de su mujer, que lo acompaña en su oficio.
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