Boric y el reto de gobernar una sociedad compleja

Sí como enseña la deconstrucción, la esencia se encuentra en la apariencia, el anuncio del primer gabinete ministerial del presidente Boric entrega valiosas señales.

Amplitud. Es un elenco que rompe las fronteras políticas, generacionales y culturales del movimiento que lo llevó al poder. El nuevo mandatario sabe que una cosa es ganar una elección y otra gobernar. Para lo segundo, se requiere de una coalición mas amplia en todos los sentidos. A esto aspira su gabinete. Están sus leales compañeros de lucha del movimiento estudiantil y feminista, como Camila Vallejos y Giorgio Jackson —entre otros—, pero también figuras del viejo establishment de la Concertación, como Mario Marcel (Hacienda), Carlos Montes (Vivienda), Jeannete Vega (Desarrollo Social) y Marcela Hernando (Minería).

Feminista. Está compuesto por 14 mujeres y 10 hombres. Con mujeres ocupando carteras claves, no decorativas, entre ellas Interior (que en Chile es jefe de Gabinete), Exteriores, Defensa, Salud y Vocería. De hecho el Comité Político, el equipo que lleva los nervios del Gobierno, tendrá mayoría de mujeres: tres de cinco.

Joven. La edad promedio (49 años) es más baja en la historia de Chile, con alta presencia de personas nacidas en regiones y formadas en la educación pública, lo que se había vuelto poco habitual.

Independiente y “empoderado” (“empodérense e impulsen cambios”, les dijo Boric al nominarlos). Reúne a líderes muy fuertes en campos ajenos a la política. Izkia Siches, por ejemplo, en Interior. Fue presidenta del Colegio Médico, lugar desde el cual tuvo un rol relevante en el combate a la pandemia. Hizo dupla con Boric después de su derrota en primera vuelta, con una eficacia e impacto impresionantes. Hoy se discute en la Convención Constitucional la creación de la figura de vicepresidente de la República. Siches, de facto, lo será.

Mario Marcel, ministro de Hacienda, es el economista más prestigiado en Chile y uno de los banqueros centrales más reconocidos en el mundo. Sus credenciales de izquierda, donde ha militado desde muy joven, son incuestionables. Ha estado en el Gobierno y conoce el Estado chileno como la palma de su mano. Todo esto hace pensar que su figura ejercerá una influencia capital en toda el área económica, al estilo de Alejandro Foxley con Patricio Aylwin.

Está también Maisa Rojas, ministra de Medio Ambiente, una distinguida climatóloga activista en la lucha contra el calentamiento global. Juan Carlos Muñoz, en Transportes y Telecomunicaciones, uno de los mas reconocidos ingenieros en esta área y activo promotor del transporte público. Marcela Ríos, en Justicia, politóloga de gran prestigio, figura clave en la remoción de los rasgos patriarcales en la institucionalidad política. Antonia Orellana en Mujer e Igualdad de Género, ha sido una importante activista contra la violencia hacia la mujer. Así, la lista de líderes ligados a causas científicas y sociales incorporados al gabinete podría seguir.

Intransigente. Con la nominación de su gabinete, el presidente Boric dio dos señales fuertes en materia de derechos humanos, como es la nominación de Antonia Urrejola en Exteriores, una abogada que desde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que ha sido severa critica a lo que sucede en Venezuela y Nicaragua, y la presencia de Marcela Ríos en Justicia y Derechos Humanos. A esto hay que sumar una designación llena de simbolismo: Maya Fernández, nieta del Presidente Allende, como Ministra de Defensa, lo que ofrece a las Fuerzas Armadas una inmensa oportunidad para cerrar las heridas del pasado.

En suma, el equipo Boric revela el acto de fundación de una coalición de nuevo tipo, al menos en Chile. Ésta va mas allá de los equilibrios —que desde luego los hay— entre corrientes políticas que forman parte de Apruebo Dignidad, la alianza entre el Frente Amplio y el Partido Comunista, que es el eje del nuevo Gobierno. Abarca también una novedosa amalgama entre mujeres y hombres, entre millenials y baby-boomers, entre Santiago y regiones, entre economía y causas sociales, entre política y ciencia, entre carisma y gestión, entre la nueva y la vieja izquierda. Es el tipo de coalición que probablemente se requiere para dotar de gobernabilidad a una sociedad que, como lo mostró el “estallido” de octubre de 2019, ha alcanzado un alto grado de complejidad.

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