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COLUMNA
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¡Ah!

Las buenas causas en ocasiones acaban en los brazos de la mentira. Existe un mecanismo cerebral que te invita a creer que cualquier medio está justificado por la bondad del fin

'Lo que el viento se llevó'
Vivien Leigh y Hattie McDaniel en 'Lo que el viento se llevó'.Silver Screen Collection (Getty Images)
David Trueba

Las buenas causas en ocasiones acaban en los brazos de la mentira. Sucede por culpa de un mecanismo cerebral que te invita a creer que cualquier medio está justificado por la bondad del fin. Este autoengaño es difícil de desactivar, puesto que nuestra mente no posee un cuerpo Tedax para tal labor. Solo tenemos una manera de no degradarnos que consiste en tratar de perseguir el raciocinio a través de miradas distintas a la propia. La dialéctica política electoral lo que persigue es la inclinación de la balanza en beneficio propio, no la verdad. Por ese motivo, ni un candidato se equivoca cuando entra en una misa de exaltación franquista ni un ministro mete la pata cuando ataca la carne de producción intensiva. En ambos casos lo que se busca es generar un impacto cuyo registro es más subliminal que preciso. Se trata de convocar a los fieles, de recordarles su trinchera. En el asunto de la carne de macrogranjas el ministro ha dicho algo que se denuncia desde hace mucho tiempo, lo que ocurre es que los ministros no deberían opinar, sino legislar. Cuando opinan es porque pretenden perfilarse, distinguirse, convocar a los fieles por si se han olvidado de qué lado están, incluso por si se han olvidado de que eres ministro. En un Gobierno de coalición los árboles pugnan por separarse del bosque. La polémica es penosa, con el Gobierno diciendo la estupidez de que un ministro habla a título personal y la oposición colando la patraña a los castellano-leoneses de que las macrogranjas intensivas representan una rama no dañina de la cultura ganadera clásica.

Pero todas las polémicas adquieren un sesgo político de confrontación. Si no, que se lo digan a los tenistas, hasta ahora acostumbrados a un juego de caballeros vestidos de blanco. La retención de Djokovic cargado de mentiras en la frontera de Australia ha dotado de luz a una política migratoria rayana en lo inhumano, que se viene denunciando en ese país desde hace años. Aquí entramos en la gradación de las noticias en los medios. No es lo mismo un blanco que un negro, un famoso que un anónimo, un deportista que un bracero. Y luego está la especulación desinformada. ¿Se acuerdan de la futbolista francesa a la que le golpearon las piernas unos asaltantes? Después de tres días en que se acusó a su compañera de equipo, a la mujer de su amante y al propio amante, se corrió un tupido velo de silencio. Mejor no hacer el ridículo y dejar que la Policía investigue en lugar de disparar rumores y falsedades.

Hay un caso aún más incómodo. ¿Recuerdan cuando se retiró de una plataforma Lo que el viento se llevó? Hubo miles de enardecidos que gritaron que aquello era un caso de censura. Incluso aún siguen diciendo que la película ha sido cancelada, prohibida, recortada. Y hasta leí a alguien que sostenía que la película había sido censurada porque la criada negra pronunciaba ridículamente el nombre de la señorita Escarlata. Seguramente solo conoce el hiriente doblaje español. Pues bien, la película está disponible desde hace semanas en la plataforma que la retiró para colocar, como ya dijo, un cartel de contextualización introductorio. Pero nos viene mejor seguir mintiendo, asegurando que se ha prohibido la película, que vaya escándalo, que hay que parar los pies a las reclamaciones de los negros americanos. Ah, que a lo mejor es precisamente eso lo que persiguen quienes sostiene esa falsedad.

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