_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tener razón y equivocarse

Un ministro no puede poner al pie de los caballos a todo un sector productivo sin que este se le levante enfurecido. Significa ignorar las bases de eso que se llama “oportunidad política”

Alberto Garzon The Guardian
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, durante una sesión plenaria celebrada en el Congreso de los Diputados, en febrero de 2021.EUROPA PRESS/E. Parra. POOL (Europa Press)
Fernando Vallespín

Nada más lejos de mí que intentar contribuir al ataque al ministro Alberto Garzón por sus declaraciones a The Guardian. Es bien fácil hacer leña del árbol caído. Si lo abordo es porque me suscita un interesante problema teórico: ¿cómo es posible que alguien que tiene razón pueda equivocarse a la vez al hacerlo público? Porque creo que ambas cosas se dan en el caso que nos incumbe. También y sobre todo, porque apunta a algunas de las particularidades de lo político como espacio sujeto a un tipo de “racionalidad” específico. Muy resumido diría que aquí no basta con tener razón, hay que saber transmitirla y gestionarla. Pero bajemos a lo concreto. Primero, ¿por qué tiene razón? La respuesta es obvia: hay evidencia científica de que la producción cárnica tiene importantes consecuencias negativas para el medio ambiente, en particular en las macrogranjas. Este mismo periódico nos ofrecía esta semana un reportaje sobre las medidas que a este respecto se estaban implementando en Holanda para reducir el tamaño de estos auténticos centros industriales de alta contaminación.

Y este mismo ejemplo nos sirve para contestar a la segunda pregunta, la de por qué se equivocó el ministro. Pues, sencillamente, porque allí se van adoptando dichas medidas con discreción y a base de incentivos. Que sepamos, el ministro holandés del ramo no ha necesitado predicar en el exterior que la carne holandesa es “de baja calidad y de animales maltratados”. Si lo hubiera hecho se habría enfrentado a algo parecido a lo que ahora mismo está padeciendo Garzón. Un ministro no puede poner al pie de los caballos a todo un sector productivo sin que este se le levante enfurecido. Significa ignorar las bases de eso que se llama “oportunidad política”. No era necesario hacerlo para la consecución del fin, y, como se ha visto, ha entregado una maravillosa baza al agriprop de la oposición. O sea, que ha sido políticamente inoportuno e irresponsable.

Lo más interesante de todo esto va, sin embargo, por otros derroteros. Me refiero a la actual tendencia a la sacralización de la ciencia, por un lado, y a moralizar todo tipo de cuestiones políticas, por otro. Si el mundo no se ajusta a los dictados “científicos” o se aparta de lo que consideramos el bien, pues peor para el mundo. Resulta, empero, que la política no puede dejar de atender a las contingencias de lo real, marcadas por los conflictos de interés, la escasez de recursos y el pluralismo de valores. Es, digámoslo así, mundana, empírica, siempre atenta a lo concreto y a lo que no admite una fácil reconciliación. Lo hemos visto con la pandemia, la ciencia y la moral nos orientaban, pero se decidía atendiendo a lo circunstancial. ¿O queremos que nos gobiernen científicos y moralistas implacables?

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El caso Garzón es expresivo de por dónde van a ir las disputas políticas bajo las condiciones de la crisis climática, tan pendiente de consideraciones científicas. Creo que el fin ya lo hemos interiorizado, el problema es de aplicación de los medios necesarios para realizarlo en sociedades democráticas donde las “verdades” tienden a deconstruirse por la inercia de los intereses y las discrepancias de opinión. Por eso es tan importante que progresen debates que vayan también de abajo arriba y se orienten a la creación de consensos, no que respondan a un frío diktat científico desde las alturas del decisor político. Ah, y esto va de algo más que la mera lucha partidista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_