Pedir la Nancy y que traigan la Fancy
Nuestros políticos se inspiran en lo peor de los Magos de Oriente y casi nunca consiguen lo mejor: ilusionarnos
Este año me ha vuelto a poner nerviosa la noche del cinco de enero porque me han dado el carné de Reina Maga. Tengo un crío que, aunque se entera de poco porque tiene seis meses, ha hecho que recobre la ilusión. Si les hubiera podido escribir la carta, mi chiquillo habría pedido pan, muchos curruscos de pan. Pero como no sabe ni hablar ni escribir, le han traído un montón de juguetes que no había pedido.
A mi prima Carolina le han echado una Rosaura, esa muñeca enorme que ya estuvo de moda hace unas décadas. Mi prima Claudia, por su parte, tuvo la suerte de que el regalo gordo, una Nintendo Switch, se lo trajera Papá Noel. La pobre se merecía la maquinita: llevaba tres años consecutivos incluyéndola, sin suerte, en su carta a los Reyes. Ellos intentaron sacar adelante una de sus terribles estrategias antes de dejarle la Switch junto a los zapatos: regalarle una consola, pero de marca blanca.
Cuando su madre me lo contó pensé que nuestros políticos se inspiran en lo peor de los Magos de Oriente y casi nunca consiguen lo mejor —ilusionarnos—. Pedir la Nancy y que te traigan la Fancy, que está un poco despeluchada y tiene un ojillo a la virulé, no dista tanto de exigir la derogación de la reforma laboral y que te traigan la reformilla. Que, oye, menos da una piedra, pero a mi prima Claudia por lo menos los Reyes no llevaban meses prometiéndole que le traerían la Nintendo. No los votó ni le ilusionaron por ello.
Otra de las más rastreras estrategias reales, peor que la anterior, es la del regalo improvisado y hecho con nulo interés. Ocurre cuando pides la Nancy y no solo no te traen la Fancy sino que te dejan junto al árbol una pelota de los veinte duros de abajo, comprada en el último momento y para salvarse el culo regio ese que tienen. En ella se inspiró Ayuso esta Navidad, cuando en respuesta al absoluto caos de la atención primaria en Madrid, proclamó orgullosa que nos daría un test de antígenos para que nos “autocuidáramos”. No nos queda otra, ¡como tengamos que esperar a que nos cuide su Gobierno! Decían en Twitter que igual es que nuestros médicos de cabecera son nuestros ex, como la presidenta chulea tanto de que en Madrid es muy difícil cruzarse con ellos.
Pero en el podio de la decepción está pedir la Nancy y que en su lugar te traigan lapiceros, libretas y borradores. Su equivalente político es Pedro Sánchez vendiéndonos los fondos europeos como un gran regalo cuando realmente son deberes, otro cuadernillo Rubio de los que nos pone la UE por ser los tontitos de la clase. Un presente condicionado a recortar partidas presupuestarias, adaptar el tejido productivo a la nueva economía digital y el mundo rural a los parques renovables. Incluso, si se tercia, retrasar la edad de jubilación, que total no sería la primera vez.
En cualquier caso, podemos estar contentos: carbón no nos han traído, porque uno de los objetivos de Bruselas es la descarbonización. Igual alguno se encontró el seis de enero una bombona de gas o unas barras de uranio, que sí que son verdes. Eso o, en el peor de los escenarios, una notita de la Nancy explicando que lo siente pero que, como regalo sexista que es, se ha adherido a la huelga de juguetes convocada por el ministro Garzón.
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