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Abriendo trocha
Columna
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Cumbres: ¿altas?

La agenda internacional de 2022 trae incertidumbre. Todos los países parecen priorizar estrategias de acción unilaterales, desvinculadas de concertaciones internacionales

Diego García-Sayan
líderes mundiales en cumbre g7
Algunos mandatarios durante la reunión del G7 en Cornualles (Reino Unido), el pasado junio.POOL (REUTERS)

En su libro Cumbres, publicado hace más de 10 años, el profesor de Historia en Cambridge, David Reynolds, hizo un recorrido por seis citas “cumbre” en el Siglo XX. Desde el encuentro entre Neville, Chamberlain y Hitler en 1938, cuando se venía la Segunda Guerra Mundial, hasta el de Reagan con Gorbachov, pasando por Yalta 1945 y tres otras grandes. Encuentros de alto nivel cuyos resultados podían afectar –y afectaron– a millones de personas.

Empezando el 2022 uno se pregunta si para el año se tiene en agenda encuentros multilaterales o, acaso, bilaterales, que podrían cambiar el giro de las cosas o la suerte de millones de personas. O, al menos, influir de manera sustantiva en su evolución. El mundo, lo sabemos, felizmente no se encuentra por entrar a una conflagración mundial o saliendo de ella. Pero, guardando las distancias, los focos de incertidumbres son muchos y los encuentros programados lo son también.

Un asunto medular a tener en cuenta es el debilitamiento del multilateralismo en distintos planos; tanto global como regional. El panorama, pues, es dudoso en cuanto al impacto de estos encuentros en el curso de las cosas.

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Si durante la guerra fría los debates e iniciativas ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas merecían atención prioritaria en las noticias y en el enfoque de los analistas, hoy casi ni aparecen en los reportes noticiosos diarios. La fuerza y relevancia de ese multilateralismo institucionalizado parecía haber estado, en mucho, en lo que tenía de espacio de procesamiento de efectos de la guerra fría.

No llama la atención, por eso, la atención relativamente atenuada que ha tenido en los medios la importante Declaración Conjunta, publicada este lunes, de los “líderes de los cinco Estados poseedores de armas nucleares sobre la prevención de la guerra nuclear y la evitación de la carrera de armamentos”. Es decir, nada menos que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: China, Estados Unidos de América, Federación Rusa, Francia y Gran Bretaña.

Los que “cortan el jamón” en materia de arsenales nucleares comprometiéndose a no usarlos. Importante iniciativa y contenido certero. Pero descolgada de mayor debate público o repercusiones conocidas. Y sin seguimiento en decisiones a ser adoptadas, por ejemplo, en el Consejo de Seguridad de la ONU. Tanto que la Declaración Conjunta ni siquiera aparece mencionada en el capítulo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Para “pisar tierra” tendría que tener seguimiento articulado con situaciones que debieran estar siendo materia de decisiones muy en serio dentro de la ONU; por ejemplo, las tensiones Rusia/Ucrania o en Kazajistán.

Esta semana, en el diario Clarín, el sociólogo Juan Gabriel Tokatlian hizo una interesante síntesis de algunas cumbres que vienen en el mundo dentro de este contexto de erosión del multilateralismo.

Vamos a las de “las Américas”. Por estos lares parecería que hay, en realidad, dos procesos que se marchan en paralelo y no en perspectiva convergente. De un lado, una sucesión de cumbres regionales, interamericanas o globales que conciernen a los países latinoamericanos: cumbre de cancilleres de CELAC este jueves y viernes, empezando el año; IX Cumbre de las Américas en EE UU o la XXVIII Cumbre Iberoamericana en República Dominicana. No está claro qué saldrá de cada una de ellas, sus objetivos políticos e institucionales tienen e, incluso, qué Estados participarán y cuáles no. Lo que ha trascendido sobre la cumbre de CELAC refiere más a asuntos institucionales (la Presidencia a ser elegida) que sustantivos. Veremos.

De otro lado, una dinámica paralela a cumbres como esas, fuera de la institucionalidad multilateral oficial Vale decir, las estrategias y acciones de cada país por fuera de espacios multilaterales para procesar asuntos comerciales, financieros o migratorios. Acaso, gatilladas por las urgencias sanitarias y económicas vinculadas a la pandemia.

Pero el hecho es que los países -todos- parecen priorizar planes y estrategias internacionales de acción unilaterales, desvinculadas de concertaciones multilaterales y debilitando, así, su capacidad de acción y negociación. No se ha avanzado, por ejemplo, en diseñar y gestionar urgentes planes regionales extraordinarios de financiamiento como los adoptados en Europa y EE UU

En este escenario de desdibujamiento sostenido del multilateralismo, Europa tampoco está ajena. Ante la sostenida erosión democrática en Hungría o Polonia, Bruselas reaccionó con pasmosa complacencia. Recién cuando el autoritarismo se volvió demasiado galopante y confrontativo, al rechazar las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que Europa empieza a reaccionar con medidas más explícitas y hasta punitivas.

Tokatlian menciona dos encuentros importantes fuera de la región latinoamericana de relevancia global y que acaso podrían ser de impacto. Se vinculan a delicados asuntos de seguridad y defensa y a riesgos de conflicto. Menos evidente que lo de Chamberlain/Hitler de 1938 pero con grandes asuntos sustantivos entre manos. Se trata de dos cumbres, sintomáticamente paralelas y no convergentes: la de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

La OTAN ha revivido como espacio de tensión desde que concluyó la guerra fría. Ello dada la fricción actual con Rusia ante la posibilidad de que la OTAN avance en su expansión e incorpore a Ucrania. Actualizará la OTAN en esa reunión nada menos que su “concepto estratégico”.

La OCS, por su lado, es un espacio de coordinación “euroasiático” de ocho países integrado por China, Rusia, más cuatro ex repúblicas soviéticas, India y Pakistán. Organización que es diferente de la conocida como la “OTAN de los rusos”: la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), organización político-militar promovida por Rusia e integrada además por Armenia, Belarús, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. La última noticia es que “fuerzas de paz” de Rusia y la OTSC empezarán a operar esta semana en Kazajistán ante las protestas sociales y violencia de los últimos días.

Incertidumbres, pues, en el 2022 en estos escenarios internacionales. Y de síntomas adicionales de una nueva guerra fría ante la que cabría un nuevo “no alineamiento” latinoamericano para lo cual no hay aún una agenda.

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