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COLUMNA
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Reyes mentirosos

Juan Carlos I es hoy el principal propagandista de una república. Parece no importarle que lo pague su sucesor

Juan Carlos I
Juan Carlos I, el pasado 17 de diciembre, en un partido de tenis en Abu Dabi.ALI HAIDER (EFE)
Antonio Elorza

Después de su abdicación, conocemos mejor a Juan Carlos I. Hablé cierto tiempo con él, en julio de 1988, y me pareció un hombre arrogante, pero que privilegiaba a la institución. “He dado una patada a la Corona y veremos donde cae”, anunció a Felipe al producirse el golpe del 23-F, y para explicar el enfado de su padre, por aceptar la sucesión de Franco, que había decidido llegar a la Corona por encima de todo. La reciente experiencia introduce una sensible modificación. Vemos que no aludía a la Corona como símbolo institucional, sino a modo de patrimonio personal propio, siendo heredero de un linaje de reyes.

En sus discusiones de 1981 con Adolfo Suárez, el presidente hablaba de votos, él de Historia, olvidando el balance de todos los monarcas desde Carlos IV a Alfonso XIII. “Para siempre desterrar, del Borbón la raza infiel”, era el veredicto popular, ya en 1840, eco de medio siglo de reinados deplorables.

En el plano judicial, Juan Carlos I se salva por la aplicación formalista de una cláusula constitucional, la no responsabilidad del Rey hasta su abdicación, cuyo espíritu, según la Constitución francesa de 1791, otorgó la inviolabilidad política a Luis XVI borrando la huida de Varennes. No para que el rey cometiese crímenes o delitos graves, de corrupción en nuestro caso, escapando así a la responsabilidad penal. Escapado está, pero los hechos siguen ahí. Para nada es inocente.

Más cuando tras Botsuana, vulnerando su petición de perdón, mintió abiertamente a los ciudadanos. Siguió practicando corrupciones millonarias. Esto aconseja revisar su papel de salvador en el 23-F. Hoy sabemos de la persistencia de su militarismo —atenuado por el precedente de Constantino—, la marginación de usos democráticos para expulsar a Suárez y la intensa vinculación previa con el golpista Armada. Quizás involuntariamente Tejero nos salvó esa noche e hizo del Rey un héroe constitucional.

Juan Carlos es hoy el principal propagandista de una república, imitando a sus antepasados. Parece no importarle que lo pague su sucesor, un rey discreto, que diría Gracián, defensor de la Constitución tras el 1-O y según sus pronunciamientos, favorable a restaurar un ambiente político de convivencia. Enfrente, un exrey contra la Corona.

“Rey mentiroso”, concepto persa antiguo, es también el gobernante que rehuye la verdad para perpetuar su poder. Ahí está en Sánchez el constante encubrimiento de la pandemia, evitando la palabra en sus discursos y medios, esquivando la responsabilidad gestora propia del cargo. Vacunar era imprescindible, no suficiente. Sin tests. Inhíbese para ser votado, como Ayuso. Nuestra oposición no es manca a la hora de mentir y obrar con increíble zafiedad (ejemplo: Almeida) Hasta hacer bueno a quien gobierna. ¿Qué decir finalmente sobre la ceguera voluntaria ante Otegi/Pla, ETA en Bildu?

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