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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bulos y bulos

La proliferación de mentiras difundidas en redes exige a las democracias una respuesta acorde con la gravedad de sus daños potenciales

Brigitte Macron Francia
El presidente francés, Emmanuel Macron, y su mujer Brigitte.PHILIPPE WOJAZER
El País

Muchas cosas han cambiado en Francia como para que una insidia transfóbica sea usada como munición electoral. El bulo en cuestión afecta a la primera dama, Brigitte Macron, y según el mismo, la esposa del presidente sería originalmente un hombre llamado Jean-Michel Trogneux, antes de haber cambiado de sexo. Más allá del mero chisme, el episodio revela un trasfondo de carácter más general. La deriva trumpista de la vida política francesa causada por la ultraderecha sería el más importante de ellos, especialmente si las presidenciales de 2022 terminan enzarzadas en perversas teorías de la conspiración, como ha sucedido con las dos últimas estadounidenses. Las similitudes producen cierto escalofrío. Se trata de un bulo lanzado por una mujer, Natacha Rey, muy ligada a grupos antisemitas y antivacunas, y a círculos de QAnon y la teoría de la conspiración creada por la extrema derecha estadounidense durante el mandato de Donald Trump. Tras difundirse en YouTube, cumple la misma secuencia seguida por la acusación hecha a Hillary Clinton en 2016 sobre su supuesta implicación en el Pizzagate —el bulo sobre una red de pedófilos relacionado con una pizzería de Washington—, y ratifica la estigmatización que aplica la ultraderecha en particular con las mujeres públicas: el mismo bulo que afecta hoy a Brigitte Macron afectó a Michelle Obama y a Jacinda Ardern en 2018.

La estrategia sobre la que gira el bulo de la ultraderecha es de sobra conocida: mostrar la aberración moral y la decadencia de los valores de las élites. Que ocurra en Francia indica el grado de trumpismo que progresivamente va transformando su vida política. El propio Macron fue víctima de otro rumor en las presidenciales de 2017 cuando se habló de su posible homosexualidad en un país muy tolerante. En aquel momento Macron reaccionó con acierto al señalar que no tendría por qué ocultar algo como su homosexualidad en el caso de que fuera cierto, aunque el hecho de que su matrimonio con una mujer 24 años mayor que él sea foco de tantos ataques desprende un fuerte hedor machista. Esta vez, la demanda que ha presentado Brigitte Macron ha tenido como consecuencia inmediata que la mentira ha ganado en cobertura mediática y ha alcanzado un peso desproporcionado en las redes sociales. Hace así un flaco favor a la calidad de la conversación pública de una democracia en vísperas de una elección presidencial en la que dos candidatos de extrema derecha tienen opciones de pasar a la segunda vuelta.

La visibilidad de las tesis marginales que lanza la ultraderecha no solo se consigue con los algoritmos de las plataformas digitales. Francia debe prepararse para una campaña dura y sucia, incluida la circulación paranoica, instigada por los seguidores francófonos de QAnon, de teorías conspiranoicas sobre fraude electoral. Es una gravísima amenaza y el debate sobre cuál es la mejor respuesta sigue abierto más allá de las acciones legales para combatir un bulo sobre la identidad sexual de la primera dama.

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