¿Qué se nos ha perdido en Asia?
Resulta irónico que hace 500 años España fuese más receptiva al exterior que en esta actualidad globalizada
En un reciente debate sobre el espacio Indo-Pacífico, escuché la pregunta: “¿Qué se nos ha perdido a los españoles en esa zona remota del mundo?”. Una actitud con la cual me he encontrado a menudo, en ámbitos varios, incluido el académico, viendo en Asia el mundo de lo exótico. Desde España, ese distanciamiento resulta difícilmente explicable mirando al pasado, cuando buen número de aventureros y marinos, como Juan Sebastián Elcano y Andrés de Urdaneta, se lanzaron hacia lo desconocido para encontrar una ruta alternativa a la India.
¿Qué deberíamos buscar en esa zona remota? Lo primero es atender a la observación de Eric Hobsbawm, al recordarnos que la ficticia divisoria entre Europa y Asia respondió, en el siglo XVIII, a una conveniencia eurocéntrica que minusvaloraba Asia. Una visión que duró tiempo. Frente a ello, tenemos que buscar en el Asia actual lo mismo que hace cinco siglos: comercio, conocimiento e intercambios. En clave económica contemporánea, soluciones al malestar que nos azuza, por causas bien tangibles: el incierto futuro laboral de nuestros jóvenes, el envejecimiento de la población y su repercusión sobre las pensiones. Malestar, en sentido más amplio, por la nueva Guerra Fría en la que nos hallamos inmersos. Si esto nos preocupa, no podemos despreocuparnos de Asia. Las razones son varias. La más obvia, la demográfica. Hasta ayer el fenómeno de las clases medias consumidoras era casi exclusivamente occidental. Hoy se ha hecho global y eminentemente asiático. El Instituto Brookings estima que vivirán en Asia nueve de cada 10 de los próximos 1.000 millones de consumidores.
Para España surgen oportunidades empresariales, tales como las tecnologías de información que según advierte Suja Chandy, vicepresidenta de Invest India, encuentran un encaje natural mutuo hoy “apalancado”. No se trata solo de la India o China. Cuentan también los países del Sudeste asiático, sin olvidarnos del Indo-Pacífico; un supermarco de convergencia marítima intercontinental, como lo fue el Mediterráneo en la Antigüedad.
¿Qué hemos perdido en el camino? Tal vez un eslabón en nuestra controvertida memoria histórica, el recuerdo de que entre los siglos XVI y XVIII hubo interés —y presencia— en Asia. Inicialmente, España compartió con Portugal el comercio entre Asia y Europa. Símbolo: durante casi 300 años el Galeón de Manila, conectó tres continentes a través de dos océanos, esbozando una “primera globalización del comercio mundial”. Ahora, el protagonista es otro, con la penetración de China en Latinoamérica. Resulta irónico que hace 500 años España fuese más receptiva al exterior que en esta actualidad globalizada. Instalados en la zona de confort de lo conocido, olvidamos que “el futuro se encuentra más allá de las fronteras”, apostilla Suja Chandy. Y el presente, también.@evabor3
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