Cuando la culpa es ajena
Pedro Almodóvar responsabiliza al espectador español de la mala taquilla de su última película. La Red le afea el gesto
No vengo a hablar de mi libro. Aunque ahora que lo pienso, el que escribí hace un par de años con mi amigo Antonio Jiménez Barca estaba francamente bien —hasta Manuel Jabois lo citó el otro día en uno de sus artículos—, se llamaba Así fue la dictadura y lo presentó Tereixa Constenla, que acaba de escribir un libro emocionante, y Almudena Grandes, que aquella tarde nos volvió a dar otra muestra de su generosidad. El caso es que, a pesar de la crónica que escribió Fernando Navarro (quien, por cierto, acaba de publicar una pequeña joya llamada Maneras de vivir), el libro se vendió de poco a muy poco. Y la verdad es que ni Antonio ni yo caímos en la cuenta de por qué. Ahora ya tenemos una pista. La culpa es de los españoles.
La pista ha llegado de la mano de Pedro Almodóvar, que es de quien venía a hablarles antes de que se me fuera el santo el cielo. El director manchego anda mohíno porque su última película, Madres paralelas, no ha conseguido conectar con la taquilla, y el otro día echaba la culpa al espectador español en una interviú que le hizo Álex Vicente en la suite de un hotel de París. La entrevista no solo refleja lo que Almodóvar dice, también deja traslucir su despecho. Si nos atenemos al diccionario de la RAE, el despecho es esa “malquerencia nacida en el ánimo por desengaños sufridos en la consecución de los deseos o en los empeños de la vanidad”. Y los empeños de la vanidad de Almodóvar —valga la redundancia— han recibido un torpedo en la línea de flotación. Madres paralelas es su peor estreno desde 1989 y apenas ha superado los 2,5 millones de euros frente a los casi seis de Dolor y gloria.
El director achaca una buena parte del pinchazo a que la película trata de la herencia de la Guerra Civil y se duele ante Álex Vicente: “No quiero hacerme la víctima, pero sí he visto una frialdad por parte de nuestros compatriotas, que se debe al hecho de hablar de un asunto muy antipático del cual les gustaría que no se hablara nunca”. Dice que “presentía” que la película podía no gustar por tratar tal asunto, pero luego se contradice y admite su chasco: “Me sorprende, porque en Estados Unidos es la que mejores críticas ha tenido de las 22 que he rodado. La verdad es que no lo entiendo”.
No hay que preocuparse. Twitter está para eso. Y un ejército de tuiteros se aprestaron enseguida a que Almodóvar entendiera. Uno de los primeros fue Esteban Navarro: “Pedro, desde el cariño, es un error culpar a los demás de nuestros fracasos. No lo hagas”. Pero Pedro ya lo había hecho. Y el resto de los tuiteros no fue tan cariñoso. El tuit que anunciaba la entrevista recibió más de mil respuestas, y en muchas de ellas, más que la película, se criticaba el talante. El director, que tantos buenos ratos ha deparado, refleja desde hace algún tiempo la imagen de alguien pagado de sí mismo, una de esas personas que parecen convencidas de que el mundo está en deuda con ellas.
Casi al mismo tiempo que Pedro Almodóvar aireaba su resquemor, Joan Manuel Serrat anunciaba su despedida de los escenarios a través de una entrevista con Juan Cruz: “Tuve suerte, nací en la mejor casa en la que podía haber nacido. Me crié con cariño y con buenos maestros. Dediqué tiempo a lo que me gustaba hacer... Mis hijos no han ido a la guerra y yo pude ver morir a mis padres. He tenido un oficio que me ha permitido conocer a gente magnífica y me ha hecho una persona querida”. El martes acudió al programa de Pablo Motos y desveló que desde 1969 actúa sobre un viejo taburete que se llevó de la barra de Bocaccio. Tal vez para no olvidar de dónde viene y dónde está de pie.
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