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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En las entrevistas de trabajo se habla del tiempo

¿Preguntar por el sueldo? ¿Quieres arruinar la sorpresa?

Un camarero prepara las mesas de una terraza para el turno de las comidas.
Un camarero prepara las mesas de una terraza para el turno de las comidas.Albert Garcia (EL PAÍS)
Jaime Rubio Hancock

Al parecer, está feo preguntar por el sueldo durante una entrevista de trabajo. Lo importante, se ve, es el sacrificio y el aprendizaje. En Twitter, algunos han propuesto algunas alternativas más agradables, que no hieran la sensibilidad de nuestros posibles jefes. Por ejemplo, Lucía Taboada, periodista de la SER, decía: “Por favor, no preguntéis por el sueldo en las entrevistas de trabajo, preguntad por la alineación de Italia en el Mundial del 82”. Y la cómica Henar Álvarez sugería recitar las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, “que queda más bonito”.

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Estas ideas —por supuesto, irónicas— venían tras la publicación de un reportaje en El Español en el que varios hosteleros hablaban de sus dificultades para encontrar camareros. Una de las respuestas llamó especialmente la atención: “No es un problema de que los sueldos sean bajos, sino un problema cultural: en lugar de querer aprender y aprovechar oportunidades, la gente pregunta por el sueldo y por si librará el fin de semana”.

No parecen preguntas tan extrañas. Trabajamos por dinero y lo hacemos durante unas horas, así que es bastante normal enterarse de estas condiciones y evaluar si lo que nos ofrecen se adecúa a nuestras necesidades y objetivos. Es algo casi básico. O, como recordaba @LaFlawerova: “Trabajo porque tengo que pagar facturas y tengo la mala costumbre de comer. Hago bien mi trabajo porque soy una persona adulta y responsable. Y porque soy buena compañera”. También había quien recordaba que “se trabaja para vivir, no se vive para trabajar”, y quien se mostraba irónico, como @AbreCesar23, que proponía una sola pregunta para una entrevista imaginaria: “¿Podré ver a mi familia?”.

¿Esperan algunos de estos empresarios que el salario sea una sorpresa? “Puedes quedarte con los 24.000 euros anuales o… llevarte nuestra caja misteriosa”. ¿Y cómo vamos a saber cuándo tenemos que ir a trabajar si no nos lo dicen? ¿Acampamos en la puerta? Al hilo de todo esto, algunos tuiteros recordaban sus malas experiencias en entrevistas de trabajo. Mencionaban contratos fraudulentos por menos horas de las que luego se acababan trabajando, la exigencia de hacerse autónomo sin serlo, o haber superado todo el proceso de selección para enterarse al final de que el sueldo no cumplía con sus expectativas, con lo que todo el mundo había perdido el tiempo. Y no solo en hostelería, por supuesto, donde, dicho sea de paso, hay mucha gente que también lo hace lo mejor que puede.

Todo esto no quiere decir que no se pueda aprender en un empleo o que no haya que aprovechar oportunidades. Pero sí que está bien ir perdiendo la vergüenza a preguntar por lo que vamos a cobrar, del mismo modo que es normal que en la carta de los restaurantes ponga el precio de los platos o que a mí no me dejen irme sin pagar la cuenta porque lo importante no es el dinero, sino “la experiencia y la oportunidad”. El sueldo no es lo único que importa, de acuerdo, pero es imprescindible y cuanto antes lo sepamos, mejor para todos.

Y si los empresarios, hosteleros o no, tienen problemas para encontrar a gente, siempre pueden optar por la solución que propuso hace unos meses el presidente de Estados Unidos, Joe Biden: “Pay them more”, pagadles más. O, como reza el lema neoliberal que ya se ha convertido en un meme sarcástico, “es el mercado, amigo”. Porque al final parece que tenemos que trabajar duro y sacrificarnos para hacer realidad los sueños de nuestro jefe. Y eso tampoco es.

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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