Endemoniado
Llamadme bruja, pero, desde que le entrevisté, supe que el obispo Xavier Novell, además del fulgor de sus ojos azules, alimentaba algún otro fuego interno
Comí un día de enero de 2011 con Xavier Novell, un apuesto clérigo de 42 años que no cabía en la sotana de gozo al haber sido nombrado obispo de Solsona, el más joven de España. Me pareció un iluminado, en el mejor y el peor sentido de la palabra. Brillante y divertido en la forma, oscuro y severo en el fondo. Aún poco toreado por los medios, entró al trapo de la entrevista con el ansia de un maletilla, pero con menos cintura que el picador con más corridas a cuestas. Imposible debatir con un yunque atrincherado tras un muro de certezas absolutas. De aquel almuerzo recuerdo, además del delicioso puré de calabaza servido en su refectorio por una arrobada feligresa, la cara del fotógrafo, Albert Jódar, un tipo con rastas, dilatadores y tatuajes hasta el galillo, incapaz de cerrar la boca del pasmo al oír al buen pastor, destinado a escuchar con compasión el sufrimiento de sus ovejas, abominar del placer por el placer, condenar el libre uso del propio cuerpo y juzgar sumariamente las pasiones ajenas sin que se le removiera uno solo de sus dogmas.
Llamadme bruja, pero, desde aquel día, supe que mosén Novell, además del fulgor de sus ojos azules, alimentaba algún otro fuego interno. Por eso me ha sorprendido lo justo el último y espectacular giro de los acontecimientos. Ya lo pregonaba en su enfebrecido relato de las servidumbres del amor y el sexo, que él, supuestamente virgen, solo imaginaba. Bien. Resulta que quien no tuvo adolescencia al haber sido precozmente poseído por un Dios todopoderoso, se ha hecho carne mortal a los 50. Nada nuevo bajo la bóveda de la Iglesia. La mediana edad es convulsa para todos. Dolorosamente conscientes de tener más pasado que futuro, no pocos intentan exprimir el presente dando volantazos a sus vidas. Cambian de casa, de coche, de pareja, de pellejo, hacen lo que siempre anhelaron hacer y no se atrevieron. Más allá de posesiones demoníacas y de las chanzas que a su costa circulan estos días, creo que algo de eso hay en el mutis por la sacristía del obispo enamorado de la satanista. El próximo capítulo no está escrito. Son un hombre de 53 años y una mujer de 38, y Novell sentenciaba que separar la paternidad del placer no es humano. Igual ahora se lo piensa dos veces. El converso es él. Dios lo bendiga.
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