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Columna
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Menos Tinder y más Satán

A la Iglesia no se le ocurrió que el demonio hubiese poseído al obispo Novell cuando pronunciaba sus discursos de odio, sino cuando ha conocido el amor

Manuel Jabois
El obispo emérito de Solsona, Xavier Novell, en 2012.
El obispo emérito de Solsona, Xavier Novell, en 2012.Susanna Sáez

Xavier Novell es un hombre peculiar incluso para los peculiares estándares de su oficio, que es el de representar a Dios en la Tierra. Hace 10 años reconoció haber sido enfant terrible, expresión agotadora, si bien solo durante 15 días, y en esas dos semanas pidió en un concilio el final del celibato. Lo contó en una fascinante entrevista que le hizo en EL PAÍS Luz Sánchez-Mellado. Luego monseñor envejeció porque hay gente que solo es joven durante 15 días, y poco a poco se empezó a volver un peligro público en razón de su cargo y de los micrófonos que ocupaba. Trató el aborto de “uno de los mayores genocidios de la historia” y tuvo el delirio de pretender “curar” la homosexualidad, para él una enfermedad susceptible de ser tratada, mediante el aval y la participación en “terapias de conversión”. Ahora es noticia por algo refrescante: ha dejado su cargo de obispo, y ha salido por patas de la Iglesia católica porque se ha enamorado perdidamente de una mujer (escritora). La reacción de la Iglesia —sin haber leído los libros— ha sido sospechar que está poseído por el demonio, resumiendo de un plumazo el mayor de los problemas de la institución: que a nadie se le haya ocurrido que el demonio hubiese poseído al obispo Novell cuando pronunciaba sus discursos de odio, sino cuando ha conocido el amor.

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La cuestión es saber si el diablo es tonto o las autoridades eclesiásticas no se enteran de nada. La de Xavier Novell y sus circunstancias no es una historia disparatada y sensacionalista, sino la estricta normalidad. Lo disparatado y sensacionalista es que Novell, y otros como Novell, compren el mensaje de Cristo al extremo de ingresar en la Iglesia, y desde allí trabajar por una sociedad peor, maltrecha y violenta que se levanta estrictamente sobre el odio. Es probable que Novell no haya cambiado de opiniones, pero al menos, fuera de la Iglesia, no tendrá ascendencia sobre nadie ni altavoz institucional con el que revestirlas con su mitra. Así que si está endemoniado porque en él encontró el demonio un lugar acogedor en el que descansar, animado por la función de exorcizador del propio Novell (casa de herrero), lo único que deberíamos lamentar es que el demonio no hubiese llegado antes.

La mujer de la que se ha enamorado el obispo es, por lo demás, una escritora de novela erótica, signifique eso lo que signifique pero al parecer grave para el clero y suponemos que grave para Novell, que cree que contra el sida en África lo que hay que practicar es la abstinencia. Hace años contó en este periódico cómo el Espíritu Santo se le metió dentro de su cuerpo: “Lo sentí bajar con fuerza. Sentí un temblor, un calor en todo mi cuerpo que nunca había sentido”. Tuvo que haber sentido algo así al enamorarse, pues es bastante parecido. Lo que no hizo fue apartarse, como aquel personaje de Faulkner: “Pensé, entonces, en la mujer de 30 años, símbolo de la antigua y eterna serpiente, y en los hombres que la describieron, y comprendí en ese instante el abismo infranqueable que separa lo vivido de lo impreso; que quienes son capaces, actúan, y aquellos que no lo son y sufren suficientemente por no serlo, escriben sobre ello. Entonces me aparté”.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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