La tentación populista en España
El problema melancólico para Ciudadanos es ver cumplirse estos días el segundo aniversario de su oportunidad histórica de actuar como partido liberal europeo
En la convención de Ciudadanos del fin de semana, donde aspiraban a proyectarse como algo más que un capítulo de The Walking Dead, hubo un momento estupendo cuando Luis Garicano interpeló a Alexander Lambsdorff, figura destacada de los liberales alemanes:
–¿Cuál es la posición ideológica... digamos, cómo ser liberal en estos tiempos de populismo, en estos tiempos en los que es tan tentador, con las redes sociales, etcétera, irse a los extremos?
El conde de Lambsdorff respondió con determinación germánica:
–La respuesta es muy fácil: porque no trabajamos con los populistas... No hablamos con ellos. Quieren destrozar nuestras democracias. No trabajaremos con ellos. Punto y final. Es muy simple.
Resulta simple, sí, pero seguramente le resultase incómodo a los liberales españoles que comparten Gobiernos sostenidos en mayorías parlamentarias con Vox. En Ciudadanos mantienen, con cierta razón pero con hipocresía, que ellos pactan sólo con el PP aunque estos negocien mayorías parlamentarias estables con Vox. Claro que la crítica del PSOE y adláteres no deja de ser cínica porque, más allá del pacto con Podemos, con raíces en el populismo latinoamericano, por la izquierda suman compromisos equivalentes con ERC, nacionalpopulistas que vienen de poner en crisis el orden constitucional, o con Bildu, un partido que aún no ha superado sus vínculos con el terror de ETA.
El problema melancólico para Ciudadanos es ver cumplirse estos días el segundo aniversario de su oportunidad histórica de actuar como partido liberal europeo, que hoy supondría la vicepresidencia de Albert Rivera —llegó a vetar verse con Sánchez— y quizá una cartera económica de asuntos comunitarios de Garicano desde la que estaría preparando la presidencia europea de 2023. En cambio, su presente son encuestas con un escaño testimonial, al nivel de los regionalistas cántabros o Teruel Existe. (Capítulo aparte es por qué estos partidos pagan un precio tan alto por sus errores, mientras PP o PSOE sobreviven a crisis volcánicas). Nadie mira al centro, y así acaba por no haber centro al que mirar.
Desde las redes, se elogió mucho la lección elemental de Lambsdorff a Garicano, recordando que con Vox no se puede pactar. La paradoja es que esa jactancia venía de las filas del PSOE y de los socios populistas con los que este ha pactado o conformado su mayoría. Algunos aún se enredan en el debate bizantino de qué populismos son menos tolerables —hay argumentos hasta decir basta— como si la convicción de que lo del otro es peor justificase tus pactos populistas. La realidad es que Ciudadanos sacrificó su rol en el centro con aquel no es no, derrapando además fuera del centro, y que PP y PSOE, PSOE y PP, tanto monta, llevan años practicando el noesnoísmo. Muy lejos de lo que sucede en el país de Lambsdorff, aunque se simule con el método Ollendorf. El bloqueo del Poder Judicial es un espejo del Callejón del Gato, pero no el único. Es lo que sucede cuando sólo encuentras tu solución en los extremos: todo se descentra.
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