Burdo
Yo creía que en el instante en que Rocío Monasterio intentó colar un documento falso, ya estaba delinquiendo, pero los jueces han dictaminado que no
Aclaro una vez más que no he estudiado Derecho, pero sé leer y, modestia aparte, razonar. Con ese bagaje, la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que ha absuelto a Rocío Monasterio del delito de falsedad en documento público, porque la falsificación del visado de aparejador que adjuntó a la documentación, auténtica, de una obra, auténtica, era tan burda que no podía engañar a nadie, me ha dejado estupefacta. Yo creía que en el instante en que Monasterio intentó colar un documento falso, ya estaba delinquiendo, pero los jueces han dictaminado que no. En realidad, han premiado la chapuza, la incapacidad técnica de la acusada para fabricar una falsificación de calidad, sin tener en cuenta la intención de engañar que la movió a presentar ese documento, burdo o no. La argumentación me habría parecido incomprensible siempre, pero la encuentro aún más exótica ahora, mientras el partido de Monasterio, y otros, intentan presentar recursos contra el indulto a los independentistas presos porque, en algún momento, dijeron ante un micrófono que lo volverían a hacer. Yo diría que decir es siempre menos grave que hacer, pero vete a saber. En cualquier caso, los jueces deberían tener más en cuenta la comprensión lectora y la capacidad de razonar de la ciudadanía. Porque la extravagancia promueve la extravagancia, y de la misma manera que ellos perdonan las falsificaciones de mala calidad porque son burdas, los ciudadanos estamos en el derecho de sospechar e, incluso, de aseverar, cuáles son los verdaderos motivos de que el PP se niegue una y otra vez a renovar el CGPJ. De momento, quienes estén pensando en cometer un delito en España ya han aprendido algo. Cuánto más chapucero sea su método, tanto mejor.
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